24 ago 2009

LIBROS RAROS


Escala 1:1

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Restaurando el Atlas del Gran Elector de Brandemburgo
Observa bien estos enormes muros de papel. Al primero se le conoce como el Atlas del Gran Elector de Brandemburgo. Es una colección de 37 mapas pegados en cartones de 175 centímetros de alto y pesa más de 120 kilogramos. Impreso en Holanda a mediados del siglo XVII, justificaba su tamaño por la obsesiva exactitud de sus mapas, aunque a veces se abandonaba a la poesía con dibujos coloreados a mano de escudos heráldicos, animales exóticos y cazadores caníbales. Tan grande era que, cuando los años lo volvieron achacoso, hubo que sujetarlo con enormes abrazaderas de hierro y que no se desmoronase víctima de su propio peso. El otro es el Atlas de Carlos II, el libro más grande del museo Británico. Sus 176 centímetros de altura se aliviaban con la ayuda de unas ruedas y así poder mantener abiertas sus páginas con cierta tranquilidad de espíritu. Para encuadernar semejante mole, utilizaron la piel de ocho cabras.

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El Atlas de Carlos II
En aquella época un atlas era el equivalente actual de un satélite artificial. Los príncipes los consideraban secretos de estado y los cartógrafos suspiraban por hacer el mapa más exacto que se pudiera concebir. Ese hipotético mapa ideal es el que está hecho a escala real, donde cada piedra, cada árbol, encuentra su justa correspondencia en su doble de papel. Cuando una representación es idéntica a lo representado, entonces es la misma realidad intercambiable, ¿y qué sentido tiene multiplicar fatigosamente el universo? Hay físicos que defienden que nuestro mundo es un holograma del auténtico universo, que es bidimensional. Que el espacio, el relieve de mi mano, la distancia que nos separa a ti y a mi, lector, no son otra cosa que un mapa tridimensional delineado a escala fidelísima por unas misteriosas leyes que todo lo gobiernan. Esos sabios piensan que la realidad es plana, cuando todos suponíamos que era simplemente chata, y que nuestros auténticos yos habitan la superficie de un misterioso papel bidimensional. Somos mapas a escala real de ellos, los auténticos. Ya lo intuía Borges cuando imaginó un libro apócrifo que ajustara cuentas con ese viejo sueño de los hombres:

Del rigor en la ciencia
…En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
Suárez Miranda, Viajes de varones prudentes, IV, cap. XLV, Lérida, 1658.

Fuente: Libros Malditos

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