- El monasterio de Santa Odilia es muy antiguo. Construido en lo más alto de un risco, sus muros se arriman a un precipicio con esa tranquilidad de espíritu que da el saberse desde siempre del bando vencedor. Los años han sentado bien al edificio, que alberga un buen restaurante y un hotel que atrae a turistas de toda Alsacia. Si un monasterio es un lugar retirado, la biblioteca de un monasterio lo es aún más. Es, pues, lógico suponer que la biblioteca de un monasterio durante la noche sea el lugar más solitario de la Tierra. El padre Dosnius compartía la misma opinión, y por eso frunció el ceño cuando vio cómo un pequeño agujero atravesaba de parte a parte la puerta que guardaba la entrada a la biblioteca. Se agachó, miró a través del orificio, hizo girar su dedo meñique en el diminuto hueco que se abría en la madera y mandó cambiar la cerradura. Apenas llevaba un mes como abad y nada sospechaba, pero su celo profesional detuvo un tiempo el desarrollo de nuestra historia. Ignoraba que el año anterior alguien había sustraído dieciséis libros –entre ellos, dos valiosos incunables– de aquella sala. El monasterio de Santa Odilia.Pasó un mes y nuestro buen abad observó algunos huecos sombreando las ordenadas filas de libros, como soldados que deciden desertar de un desfile inminente. Renovó todas los cierres de esa ala del edificio, pero otros cien libros decidieron ausentarse de sus estantes pocos días después. Añadió una plancha metálica a la puerta de la biblioteca, hizo sellar las ventanas que iluminaban la sala, espió tras las columnas del claustro las idas y venidas de los trabajadores que se afanaban por los pasillos del monasterio. Todo fue inútil. Había semanas en las que apenas echaba en falta un libro, tal vez dos; otras veces veía con horror cómo estanterías enteras pasaban a mejor vida. La hermosa biblioteca adelgazaba a ojos vista. Grandes calvas clareaban en los armarios. Los libros desaparecían, se evaporaban, volvían al vacío imaginario del que una vez fueron expulsados. Unos meses más, y la gran biblioteca abacial moriría por consunción. Desesperado, hizo firmar una declaración de inocencia a las cuatro monjas y tres curas con los que convivía. Para entonces todos los trabajadores del hotel se vigilaban cautelosos, intentando adivinar una mirada culpable o un gesto delator en el vecino. Incluso circuló el rumor de que el propio Dosnius era el ladrón. Mientras, el abad paseaba entre los armarios como un general derrotado camina por un campo de batalla. Ya casi no se atrevía a pisar los pasillos saqueados, temiendo que él estuviera al acecho en la sombra, de caza, oculto en la oscuridad de un anaquel, saboreando por adelantado la captura de una nueva pieza. Ese día vio una rosa de plástico trabada en el familiar agujero de la puerta, una burla color fucsia a todos sus esfuerzos, y decidió llamar a la policía. Stanislas Gosse en el banquillo de los acusados.Los agentes se mezclaron de incógnito con los huéspedes que cada día abandonaban el hotel, pero sin éxito. Un policía mas novelero que el resto comenzó a golpear las paredes de la biblioteca buscando un sonido a hueco. Encontró unas argollas en lo más bajo de un armario. Tiró de ellas y el fondo del mueble giró, revelando una habitación secreta desconocida por todos. Al otro lado descubrieron unas bolsas de basura y una pila de libros aguardando el regreso de su nuevo dueño. Decidieron tenderle una trampa. La cámara de un circuito cerrado de televisión puso rostro al hombre que introducía varios libros en una maleta unos días después. Fueron a por él la noche del diecinueve de mayo de 2002, domingo de Pentecostés. Mil trescientos libros en perfecto estado de revista cubrían las paredes de su pequeño apartamento de Illkirch-Graffenstaden, en las afueras de Estrasburgo. En el interrogatorio que siguió, Stanislas Gosse se confesó bilbliómano sin remedio, aficionado a los latines y a contemplar bajo la cambiante luz de una vela la superficie pulida de una vitela o un pergamino. Cometió los primeros robos haciéndose con un manojo de llaves del hotel, pero cuando el padre Dosnius cambió la cerradura, nuestro hombre conoció por un tratado histórico la existencia de un antigua entrada secreta a aquella biblioteca que le estaba vedada. De noche escalaba con ayuda de una cuerda los muros de la abadía para acceder a un antiguo pasillo olvidado que conducía a la cámara secreta. Un pequeño empujón le permitía voltear el fondo del armario para entrar en la biblioteca. Allí pasaba largas horas alumbrado por la luz de un candil o una linterna, hojeando, gozando dolorosamente con la duda de cuál tesoro debía llevarse como botín. Muchas veces cargó con demasiado peso porque le parecía una descortesía imperdonable despreciar un viejo cantoral o un Cicerón encuadernado en tafilete. De vuelta a su casa los limpiaba y restauraba, había veces que conversaba con ellos mientras imaginaba cómo alojar a sus nuevos huéspedes, con quién debía emparejarlos en la estantería y qué luz les resultaría más favorecedora en el inicio de sus nueva vidas. Preguntaron al reo si tenía algo que alegar. El bibliófilo se incorporó muy despacio y comenzó su discurso en un murmullo, “Creo que mi pasión me confundió… Sé que parezco egoísta, pero me dolía que los libros estuvieran abandonados.” –entonces tembló su barbilla, el tono de su voz se elevó, y paseó como un faro una mirada circular por todo el tribunal, mitad desafío, mitad disculpa –“¡Estaban cubiertos de polvo y excrementos de paloma! Sentí que ya nadie volvería a consultarlos… nunca más…” Le condenaron, claro. No hay jurisprudencia en asuntos de amor. FUENTE
31 ago 2010
El misterio de la biblioteca menguante
25 ago 2010
La guerra de los lectores de ebooks apenas comienza
La nueva década se ve marcada por el lanzamiento de dispositivos móviles cada vez más pequeños, sofisticados y conectados peleando diversos mercados; Amazon la tienda de libros más popular del momento no se quedará atrás en mejorar el Kindle de tercera generación en su diseño, conexión, experiencia de lectura y sobre todo lo que más asombra es el precio inicial de 139 dólares disponible en dos nuevas presentaciones.
Kindle de Amazon el dispositivo que hizo que muchos lectores modifiquen su consumo de libros gracias a la conectividad ahora planea una nueva estrategia para darle pelea al iPad de Apple. El CEO, Jeff Bezos anuncia un Kindle de tercera generación con un precio inicial de $139 a $189 dólares disponible en dos colores, con características mejoradas de conexión, experiencia de lectura, capacidad y batería.
Nuevas características:
La tercera generación del dispositivo Kindle aún no se encuentra a la venta, pero puedes realizar la reserva de cualquiera de las dos opciones de precio. Lo interesante es que al bajar el costo del dispositivo, Amazon se garantiza una compra mayor de libros, la primera vez que lo hicieron, según el CEO de la empresa las ventas de libros se triplicaron, será de esperar los resultados de la nueva estrategia.
■Precio desde $139 a $189 (la propuesta más barata tiene algunas limitaciones)
■La batería tiene duración de un mes (dura un 50% más de lo que dura la actual)
■Capacidad para almacenar 3,500 libros (capacidad de almacenamiento mejorada)
■Sincronización con otros dispositivos móviles (iPhone, Android, iPad, PC, Mac)
■Global 3G que funciona en 100 países (características de la versión internacional)
■Conexión de Wi-Fi (la versión de $139 no se conecta a 3G sólo Wi-Fi)
■21% más pequeño que la última versión
■15% más ligero que la última versión
■Mejorado en un 50% la velocidad de la pantalla
■Disponible en grafito y blanco
Me agrada la idea de hacer el dispositivo más accesible, esto permite que más usuarios tengan la experiencia de consumir ebooks en lugar de rechazar por completo la idea por falta de acceso. Creo que como ya lo había comentado, seremos testigos de una década en donde las empresas de productos adictivos se peleen por el mercado de consumo de contenido en todas sus expresiones, aunque no olviden que en el mercado existen otras alternativas de lectores quizás no tan populares, pero con mejoradas características.
Además, no olvidemos que algo que distingue muy bien al iPad y Kindle es que uno nos ofrece una pantalla táctil más interactiva y colorida, mientras que el otro dispositivo se preocupa por la experiencia de lectura.
24 ago 2010
CLEOPATRA Y LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA
“Los edificios próximos al mar se incendiaron se levantó un viento las llamas corrían por los tejados a la velocidad de un meteoro “ Lucano
“Se pretende que su belleza, considerada en sí misma, no era tan incomparable como para causar asombro y admiración, pero su trato era tal, que resultaba imposible resistirse ... Poseía una voluptuosidad infinita al hablar, y tanta dulzura y armonía en el son de su voz que su lengua era como un instrumento de varias cuerdas que manejaba fácilmente y del que extraía, como bien le convenía, los más delicados matices del lenguaje” Plutarco de Cleopatra
Representación cortesía de Life, pared de un templo
Soy Cleopatra VII, me contaron mis maestros del Gymnasion que Alejandro Magno compañero de Ptolomeo I, primer rey de Alejandría, era un erudito y estudioso, además de gran guerrero y conquistador un estratega. Tenía claro dónde debía de fundar nuevas ciudades y vio una oportunidad en el delta del Nilo de conectar la isla del Faro con un puente y crear la ciudad de Alejandría que sería la Capìtal de su Imperio pero de la que nunca pudo disfrutar. Alejandría cercana al lago de Mariotis se fundó bajo los planos del arquitecto Deinócrates de Rodas. Muchos de los Macedonios además de Hefestión y Ptolomeo hijo de Lagos que acompañaron a Alejandro en sus gestas fueron discípulos de Aristóteles. Con la muerte temprana de Alejandro a sus 33 años, doce años después de ordenar la fundación de Alejandría, sus generales se convirtieron en Sátrapas y no tardaron mucho en hacerse reyes y dueños de sus provincias. Se dice que Alejandro para entonces Shahanshah Rey de Reyes en Persia fue asesinado con estricnina por su esposa Roxana de Bactriana -Persia- la mujer más bella de Asia, una vez se aseguró de llevar un hijo del Magno en su vientre por celos de su segunda esposa Estatira y viuda también preñada a quien se dice asesinó también y además porque el duelo de Alejandro por la muerte de su amante Hefestión, más hermoso que él si cabe, le pareció excesivamente prolongado; Roxana había aprendido el uso de la estricnina, poco conocido entonces en occidente, en la India donde acompañó al Rey de Reyes, se habían casado cinco años antes.
Ptolomeo I, mi antepasado, era un hombre culto enamorado de los libros y quería tenerlos todos, de todas partes del mundo y no cejó hasta crear la Biblioteca Real en Alejandría, la terminó su hijo Ptolomeo II casi 80 años después de la muerte de Alejandro, la cual fue creciendo poco a poco hasta tener más de 700.000 libros. Cuenta Aristeo en sus cartas que se tradujo el libro sagrado hebreo al griego por los setenta, refiriéndose a que vinieron de Jerusalén 72 sacerdotes expertos y estuvieron encerrados en la isla del Faro hasta terminar, también cuenta “Yo estaba presente cuando el rey (Ptolomeo II )le preguntó a Demetrio de Falero (Encargado de la Biblioteca) cuántas decenas de miles de volúmenes hay y él le dijo más de veinte majestad pero voy a realizar todas las diligencias necesarias para llegar a los 500.000” Aquí estudiaron y trabajaron Euclides Arquímedes, Eratóstenes, Hiparco, Herón, Herófilo y muchos hombres sabios más. heredé ese amor por los libros de los Ptolomeos.
Y por qué yo Cleopatra os cuento todo esto, ahora que soy feliz, es porque mi paraíso que era la Biblioteca Real fue destruido por una guerra en mi nombre. Porque en la biblioteca Real me formé en cuerpo y alma y para mi cualquier biblioteca encierra el tesoro, el elemento más importante del hombre que es el conocimiento. Alejandría se convirtió con el tiempo en el templo de los hombre sabios, de los médicos, de los estudiosos, los matemáticos y la dinastía macedonia defendió siempre la libertad de todos los inmigrantes hasta de los soldados de cualquier origen y mercenarios. En los desfiles reales había bellas mujeres indias, vacas de pura raza de aquellos lares y paseaban por la ciudad monjes budistas. Alejandría era la Ciudad Abierta donde se hablaban muchas lenguas de las cuales he aprendido más de siete. Yo entiendo muy bien la pasión y el amor de Ptolomeo II por los libros y que diera dinero a Atenas para que le prestaran bajo fianza numerosos incunables y que después sólo devolviera las copias a cambio de perder la fianza de toneladas de plata. Los barcos que pasaban por los Puertos eran registrados y todos sus libros confiscados se estudiaban si no se tenían se hacían copias y se entregaban las copias a sus dueños y si sí se tenían se devolvían. Entonces se etiquetaban como “fondos de barcos” con el nombre del dueño si se conocía, el del autor, el del editor si eran mezclados symmigeis o no mezclados amigeis distinguiendo si contenía más de una obra o sólo una y finalmente el número total de líneas de texto que los componía luego se llevaban a los anaqueles de almacenes hasta su destino final la Biblioteca. Se pagaban 28 dracmas por 10.000 líneas de copistas y escribanos. Existía un libro de registro de entrada de los libros y un inventario para ayudar a los estudiosos y lectores y una guía crítica del contenido del libro. El edificio estaba al lado del puerto muy cerca del Arsenal y esa proximidad en su localización fue su desgracia como ahora relataré.
Pues bien, contaba yo con 14 años cuando ya di un discurso en griego, al morir mi padre Ptolomeo el flautista porque siempre estaba tocando la flauta me nombran Faraona con 18 años y regente junto con mi hermano menor Ptolomeo XIII, con el que me casó mi padre y al que hice poco caso y terminé asesinando más tarde, la verdad. Entonces adopté como idioma para referirme al pueblo el Egipcio, cosa que agradeció el pueblo pero en cambio se malinterpretó mi acercamiento a Roma por los señores macedonios-grecorromanos-egipcios y me estalló una rebelión encabezada por mi hermano-marido. Afortunadamente Julio César que venía persiguiendo a Pompeyo por estas aguas al llegar a Alejandría se entera de que ha muerto Pompeyo y más tranquilo decide defenderme y restaurarme en el poder pero cuando se ve en una emboscada marina decide prender fuego a todos los barcos fondeados en el mar muy cerca del puerto en lo que se llamó la guerra de Alejandría y sin querer las llamas volaron más allá de su objetivo y prendieron fuego a los tejados del arsenal y una gran ventisca alcanzó también a la Biblioteca y sus tesoros y César en su barco escapó hacia la isla del Faro. Vivimos juntos Julio César y yo dos años en Roma tuve un hijo suyo, pero luego volví a Alejandría. Se salvó mi reino pero se perdió mi alma en el dolor y la desesperación de los libros perdidos, tan es así que cuando me enamoré perdidamente de Marco Antonio sucesor de César y él de mí, a pesar de nuestro gran amor, aún estaba esa tristeza en mis ojos instalada, prendida…Y en Tarso refugiada bajo su cobijo él comprendió que algo había que hacer con mi añoranza por los libros perdidos que no se compensaban ni con tesoros, oros, poderes o reinos, y es allí cuando urde el plan. Y después de 4 años de ausencia me dio el mejor regalo de todos los tiempos, y juntos después de la victoria de Armenia volvimos con nuestros tres hijos a Alejandría y para celebrarlo llevábamos en nuestros barcos los 200.000 ejemplares de la Biblioteca de Pérgamo, la del Rey Attalo, para llenar de nuevo el gran vacío de Alejandría, me regalaba la que había sido la segunda biblioteca más importante del mundo y todo para hacerme feliz. Y créanme que lo fui.
23 ago 2010
Las Bibliotecas de Hemingway
El archivo de Hemingway sale a la luz poco a poco. Un material –cartas, manuscritos, fotos– que refleja la pasión lectora de quien supo rodearse de grandes bibliotecas.
Al sur de la bahía de Boston se encuentra un edificio extraño, un cubo de cristal oscuro que domina el puerto y ofrece desde dentro una vista prodigiosa al visitante, gris en invierno y azul en verano. Allí se hallan el mu-seo y la biblioteca americano». También el archivo de Ernest Hemingway, con más de mil manuscritos, diez mil fotografías, correspondencia con Faulkner, Marlene Dietrich o Antonio Ordóñez, libretas, pinturas, trofeos de caza y diversos objetos personales. Contra lo que podría esperarse en dos figuras de semejante relieve, JFK y Hem (para los amigos) jamás se conocieron, aunque tuvieron cierto contacto epistolar.
No resulta difícil imaginar la fascinación que el futuro presidente, ávido lector y ganador del Pulitzer en 1957 por su libro Perfiles valerosos, dedicado a senadores estadounidenses, debió de sentir por los héroes del escritor, tan activos como valientes y modestos. Un arquetipo al que su propia generación, combatiente en la Segunda Guerra Mundial, se adscribiría con entusiasmo. De hecho, Hemingway
disparo fatal del 2 de julio siguiente en Ketchum, Idaho. Y al presidente Kennedy, que gobernaría durante mil días el reino de Camelot, hasta el magnicidio de Dallas del 22 de noviembre de 1963, menos de tres años.
Océano de papeles.
La memoria del presidente y el escritor se unieron por un designio de sus viudas, Jacqueline Kennedy y Mary Hemingway, que mediante un simple intercambio de cartas acordaron en 1968 que el océano de papeles que constituía su legado fuera depositado en la futura biblioteca presidencial, abierta en 1979. La sala Hemingway lo sería al año siguiente. Si el material de referencia en ella es abundante, en realidad el investigador se halla ante un laberinto. ¿Ocurrió algo durante la primera mitad del siglo XX que no esté representado aquí? Las sorpresas son inmediatas. A pesar de la imagen cultivada por Hemingway de perpetuo cazador de vivencias afectado de antiintelectualismo , la bibliofilia y el amor a los periódicos formaron parte de su vida hasta un extremo difícil de concebir, que empezó con su educación sentimental. El padre, médico (también cazador y pescador), tenía en la antesala de los pacientes periódicos, libros y revistas. Según cuenta su hermana Marcelline, con la que se llevaba un año, les leía a Dickens, pero había eliminado de sus estanterías a Jack London por la violencia y crudeza del lenguaje. En su adolescencia, Hemingway y su hermana se llevaban hasta cuatro libros de la biblioteca pública (Kipling, Twain, Stevenson) para tener entretenimiento nocturno.
Quizás entonces se originó su hábito de leer muchos libros al mismo tiempo (y de tener insomnio). Los amigos de juventud señalaron que estaba siempre leyendo «cuando no estaba trabajando»: ocho o diez libros cada vez, uno y medio al día, además de revistas y periódicos, a los que estaba suscrito en gran número. Las teorías literarias que concibió Hemingway como consecuencia de esta voraz bibliofilia fueron bizarras. En 1948, cuando una huelga de los puertos en Italia le privó de suministros, señaló que por circunstancias como aquella existían los malos escritores. Los libros que a falta de otros nuevos debía releer y le aburrían constituían una categoría execrable: en ella incluyó nada menos que Santuario, de Faulkner, porque no había conseguido releerlo en un barco.
Medianoche embrujada.
Peor fue el caso de la novelista inglesa Ouida (Maria Louise Ramé), «cuyas sombras no soporto leer ni siquiera en algún lugar de esquí de Suiza, sin tener nada más a mano y cuando sopla el terrible viento húmedo del sur». El pánico a quedarse sin qué leer obligó a Hemingway a viajar con una verdadera biblioteca ambulante. Su chófer, Toby Bruce, indicó: «Llevamos libros donde quiera que vayamos. Si nos dirigimos al campo llevamos una maleta de buen amañto llena solo de libros». Por el camino adquiría más volúmenes, hasta que el coche se llenaba por completo. Daba igual que se tratara de viajes de miles de kilómetros o de idas al aeropuerto: siempre adquiría libros, revistas, periódicos. De regreso a casa, Hemingway escribía por la mañana y leía por la tarde y por la noche.
En Finca Vigía (Cuba), donde se trasladó en 1939, después de la siesta volvía a la lectura, cada vez hasta más tarde: solo se detenía si cenaba con amigos. En 1950 señaló a Edmund Wilson: «Scott Fitzgerald pensaba que la medianoche estaba embrujada, pero es la mejor hora del día para leer, desde que he aceptado el insomnio y ya no me preocupan mis pecados». Más allá de estos, o quizás no tanto, Hemingway dejó un reguero de libros en diferentes lugares, la genealogía intelectual de un cazador, paralela a las piezas de animales que abatía con regularidad.
Poco se sabe de los libros de su primera juventud, pero desde que llegó a París en 1919 empezó a acumularlos: «No tenía mucho dinero, así que pedía prestados libros de la biblioteca de alquiler de Sylvia Beach en la rue de l’Odeon, un lugar delicioso con volúmenes nuevos en la ventana y fotografías en la pared de escritores famosos, vivos y muertos». En la capital francesa también se aficionó a los libros de segunda mano. En 1928 se asentó en Key West, Florida, con su segunda esposa, Pauline. Allí llevó volúmenes traídos de Europa y adquirió otros muchos en los años siguientes, en especial en la librería de Leonte Valladares, que lo recordaba años después tal y como se había presentado a comprar la primera vez, en pantalones cortos y con una cuerda a modo de cinturón. Adquiría periódicos cubanos una vez a la semana
para practicar el español –que hablaba desde tiempo atrás–, además de revistas y libros por correo.
¿Qué hay de nuestros libros?
De tal modo, cuando se trasladó a Finca Vigía y vino un nuevo divorcio, los libros fueron a dar a distintos lugares: aquella casa de Key West, Sloppy Joe (el cercano bar de un amigo) y hasta a bordo del Pilar, el barco con el que partió hacia la isla. La casa de Florida fue dividida y alquilada por partes; algunos libros desaparecieron, pero a la muerte de Hemingway algunos de los que había entregado en custodia a su amigo del bar fueron rescatados «junto a algunos cadáveres de ratas y cucarachas muertas de hambre». En Cuba, un Hemingway crepuscular siguió comprando volúmenes por correo, en librerías (La moderna, en La Habana) y con intereses especiales: arte, caza, tema taurino; en inglés, francés, español e italiano. Funcionaba como las bibliotecas de las que se había nutrido en su juventud.
Mary Hemingway escribió: «La gente estaba todo el rato pidiéndonos libros prestados. Llevaba una lista de los títulos, autores y a quién se entregaban. Cuando habían pasado seis meses o un año, los llamaba por
teléfono y les decía: Oye, ¿qué hay de nuestros libros?». Junto a folletos y revistas, unas nueve mil piezas continúan allí, en lo que es hoy el museo Hemingway. El lugar donde podía escribir, como señaló en cierta ocasión:
«Uno vive en esta isla porque para ir a la ciudad no hace falta más que ponerse los zapatos, porque se puede tapar con papel el timbre del teléfono para evitar cualquier llamada, y porque en el fresco de la mañana se trabaja mejor y con más comodidad que en cualquier otro sitio. Pero esto es un secreto profesional».
*Fuente:*
18 ago 2010
GOOGLE Y EL FUTURO DE LOS LIBROS
Originalmente publicado como "Google & the Future of Books", The New York Review of Books, Vol. 56, No. 2, 12 de Enero, 2009 (http://www.nybooks.com/articles/22281) . Traducido por Alberto Loza Nehmad.
¿Cómo podremos navegar a través del horizonte de la información que apenas empieza a aparecer a la vista? La pregunta es más urgente que nunca después del reciente convenio firmado entre Google y los autores y editores que estaban demandando a esta empresa por supuesta violación de la ley de derechos de autor. En los últimos cuatro años Google ha estado digitalizando millones de libros de las colecciones de las más grandes bibliotecas de investigación, incluyendo muchos que están cubiertos por derechos de autor, y ha estado permitiendo que se pueda buscar los textos en línea. Los autores y editores argumentaron que la digitalización constituía una violación de sus derechos de autor. Después de prolongadas negociaciones, los demandantes y Google acordaron un convenio que en el futuro inmediato tendrá un efecto profundo en la manera como los libros llegarán a los lectores. ¿Cómo será ese futuro?
Nadie lo sabe, porque el acuerdo es tan complejo que es difícil percibir los contornos legales y económicos en las nuevas realidades. Pero aquellos de nosotros que somos responsables de bibliotecas de investigación, tenemos una clara visión de una meta común: queremos abrir nuestras colecciones y hacer que estén disponibles para los lectores de todo lugar. ¿Cómo llegar allí? La única táctica factible podría ser la vigilancia: ver tan lejos como se pueda y, mientras se mantiene los ojos sobre el camino, recuérdese mirar al espejo retrovisor.
Cuando miro hacia atrás, fijo mi mirada en el siglo XVIII, la Ilustración , su fe en el poder del conocimiento y en el mundo de ideas en el que éste operaba: lo que los ilustrados llamaban la República de las Letras.
El siglo XVIII imaginaba a la República de las Letras como un reino sin policía, sin fronteras y sin otras desigualdades que aquellas determinadas por el talento. Cualquiera podía unírsele ejercitando los dos principales atributos de la ciudadanía, la escritura y la lectura. Los escritores formulaban ideas y los lectores las juzgaban. Gracias al poder de la palabra escrita, las opiniones se difundían en círculos crecientes, y ganaban los argumentos más fuertes.
La palabra también se difundía por medio de cartas escritas, pues el siglo XVIII fue una gran era para el intercambio epistolar. Recórrase leyendo la correspondencia de Voltaire, Rousseau, Franklin y Jefferson (cada una compuesta por cerca de cincuenta volúmenes) y se podrá ver la República de Letras en acción. Todos estos cuatro escritores debatían todos los temas de su tiempo en una constante corriente de cartas que cruzaba Europa y América en todas direcciones a través de una red trasatlántica de información.
** Director de la biblioteca de la Universidad de Harvard
¿Cómo podremos navegar a través del horizonte de la información que apenas empieza a aparecer a la vista? La pregunta es más urgente que nunca después del reciente convenio firmado entre Google y los autores y editores que estaban demandando a esta empresa por supuesta violación de la ley de derechos de autor. En los últimos cuatro años Google ha estado digitalizando millones de libros de las colecciones de las más grandes bibliotecas de investigación, incluyendo muchos que están cubiertos por derechos de autor, y ha estado permitiendo que se pueda buscar los textos en línea. Los autores y editores argumentaron que la digitalización constituía una violación de sus derechos de autor. Después de prolongadas negociaciones, los demandantes y Google acordaron un convenio que en el futuro inmediato tendrá un efecto profundo en la manera como los libros llegarán a los lectores. ¿Cómo será ese futuro?
Nadie lo sabe, porque el acuerdo es tan complejo que es difícil percibir los contornos legales y económicos en las nuevas realidades. Pero aquellos de nosotros que somos responsables de bibliotecas de investigación, tenemos una clara visión de una meta común: queremos abrir nuestras colecciones y hacer que estén disponibles para los lectores de todo lugar. ¿Cómo llegar allí? La única táctica factible podría ser la vigilancia: ver tan lejos como se pueda y, mientras se mantiene los ojos sobre el camino, recuérdese mirar al espejo retrovisor.
Cuando miro hacia atrás, fijo mi mirada en el siglo XVIII, la Ilustración , su fe en el poder del conocimiento y en el mundo de ideas en el que éste operaba: lo que los ilustrados llamaban la República de las Letras.
El siglo XVIII imaginaba a la República de las Letras como un reino sin policía, sin fronteras y sin otras desigualdades que aquellas determinadas por el talento. Cualquiera podía unírsele ejercitando los dos principales atributos de la ciudadanía, la escritura y la lectura. Los escritores formulaban ideas y los lectores las juzgaban. Gracias al poder de la palabra escrita, las opiniones se difundían en círculos crecientes, y ganaban los argumentos más fuertes.
La palabra también se difundía por medio de cartas escritas, pues el siglo XVIII fue una gran era para el intercambio epistolar. Recórrase leyendo la correspondencia de Voltaire, Rousseau, Franklin y Jefferson (cada una compuesta por cerca de cincuenta volúmenes) y se podrá ver la República de Letras en acción. Todos estos cuatro escritores debatían todos los temas de su tiempo en una constante corriente de cartas que cruzaba Europa y América en todas direcciones a través de una red trasatlántica de información.
** Director de la biblioteca de la Universidad de Harvard
16 ago 2010
El libro electrónico en la Argentina
Según la opinión de editores, libreros y distribuidores extraída de una encuesta realizada durante las jornadas profesionales de la Feria del Libro de Buenos Aires en abril pasado, la industria editorial argentina considera positiva la llegada del libro electrónico al mercado porque piensa que le permitirá llegar a nuevos públicos ampliando la oferta. Sin embargo, persiste cierto desconocimiento sobre cómo funciona el negocio digital y hasta el momento es baja la producción y comercialización de e-books.
La encuesta fue una tarea que consultó a 247 editores, libreros y distribuidores, realizada por un grupo de investigación independiente que dirige Roberto Igarza, especialista en consumos culturales y fue publicada en el diario La Nación como anticipo el mes de julio pasado. El 38% de los consultados consideró que el libro electrónico permite llegar a otros públicos; el 30%, que será positivo para ampliar la oferta editorial, y el 8%, que le permite "competir con la oferta internacional". Sólo uno de cada cuatro estimó que la llegada del e-book no tiene ninguna ventaja para su actividad.
Si bien sólo el 14% afirmó que no venderá libros digitales en los próximos dos años, en este momento quienes los están produciendo —o comenzando a producir— alcanzan el 7%, y el 10% los está comercializando de manera directa o a través de plataformas de terceros.
Las acciones puntuales que se realizan son: 1) la digitalización de los libros en papel (15%), 2) la capacitación (14%), el diseño de una estrategia propia (13%), la renegociación de los derechos con los autores (12%) y la investigación de la opinión de los clientes (11%).
El estudio también investigó sobre el precio que deberían tener los libros digitales. El 54% de los consultados opinó que el precio debería ser al menos 30% inferior al del libro impreso. En el otro extremo, el 17% consideró que deben tener el mismo valor ambos formatos. Para tres de cada cuatro, los lectores comprarían un dispositivo electrónico de lectura (e-reader) si su precio fuera inferior a los 400 pesos.
[Fuente: La Nación]
11 ago 2010
La manía de las listas: 100 bibliotecas digitales y 'recolectores' de libros electrónicos
-
Selección personal de 100 proyectos de digitalización internacionales y locales actualmente en funcionamiento. La selección se ha hecho siguiendo el interés que pueden tener las obras incluidas y en otras ocasiones por los servicios, las herramientas y las aplicaciones diferentes que se proponen. La mayor parte de los recursos tienen como objetivo ofrecer una copia digital de libros pero también se incluyen otras tipologías documentales: publicaciones periódicas, tesis, literatura gris, fotografías, grabados, grabaciones sonoras... Abundan los proyectos realizados por las bibliotecas nacionales y universitarias, los proyectos comerciales más representativos y las colecciones colaborativas. Una tipología a destacar es la de las plataformas que pretenden recuperar y difundir una cultura o una lengua. La lista incluye preferentemente proyectos de bibliotecas digitales con obras de dominio público, las obras de las que se pueden descargar e imprimir, también están incluidos pero materiales de pago. La ordenación de la selección está presentada alfabéticamente.
Introducción
En una editorial de The New York Times1 del 24 de diciembre de 2004 repasaban en pocas líneas los que debían ser los riesgos de la nueva (?) Biblioteca de Babel, no muy alejada de las previsiones de Borges, pero tecnológicamente y legalmente llena de retos. La fecha de la editorial no es casual; coincide con el anuncio del proyecto Google Books Search con un presupuesto inicial de 270 millones de dólares y unas previsiones de crecimiento espectaculares en el ámbito de la edición "sin ánimo de lucro" (las comillas son nuestras). The New York Times decía: "The idea of making books available online is not new, but this plan represents an enormous shift in scale, so enormous that if it is carried out successfully, it may redefine the nature of the Internet and the university".2 Se sabe que no sólo ha redefinido la naturaleza de Internet (con muchos peros) sino que ha generado muchos campos de lucha –nada disimulada– y una carrera de obstáculos para estar cuando es necesario, o sea, ya. Estos últimos años Google Books es una realidad impresionante que ha cumplido con todo detalle la misión de "organizar la información mundial y hacerla universalmente accesible y útil". Pero, aparte de los cientos de titulares y juicios que ha abierto en todo el mundo (China, Francia, Italia, Estados Unidos, Alemania) muchos están de acuerdo en que la decisión de Google ha abierto una maratón en la red: estar o no estar disponible.
Se disponía ya de muchos proyectos, muchas apuestas por el libre acceso, pero nunca como en estos últimos años hemos tenido tantas publicaciones disponibles gratuitamente ni tantos proyectos (locales e internacionales) que "lucharan" por un espacio donde, primero, el patrimonio propio y, después, el académico 'luzcan apropiadamente'. La aparición del eReader, el iPad y otros dispositivos móviles han acelerado la carrera y han multiplicado las perspectivas futuras.
Los bibliotecarios en este contexto han hecho lo que había que hacer: ¡estar! Por un lado, aceptando el desafío tecnológico, asumiendo los gastos monstruosos de la digitalización y gestionando el conocimiento que generaban todas las bibliotecas digitales en crecimiento continúo. No es extraño en este contexto encontrar en blogs y revistas especializadas, en casi todos los webs de bibliotecas universitarias o públicas, en proyectos de digitalización, listas que seleccionan lo mejor de estos productos digitales (lo que no se hace casi nunca es explicar por qué sí unos y no otros, más allá de cuestiones muy elementales como el número total de ítems, los formatos de descarga o las facilidades de acceso). La excepción, vista las dimensiones reales de esta biblioteca de Babel digital, la marcan las selecciones de recursos por especialidades, es decir, los libros monográficos para ámbitos concretos del conocimiento donde lo que manda, obviamente, es la especialización misma.
Reseñar lo que está ya reseñado por todos (con o sin criterios visibles de selección) parece, como sucede a menudo en este oficio nuestro, otra vuelta de tuerca. De hecho sólo hay que hojear la bibliografía profesional para ver de cuántas maneras hemos sido capaces de mirar los diferentes proyectos digitales, hasta qué punto se han analizado y las conclusiones que se han sacado. Una última aclaración: la mayoría de los 100 proyectos que se mencionan son conscientes que serán más eficientes si tienen un buen posicionamiento en la red. Habría que saber cuántos usuarios llegan al documento digital final desde el buscador, por ejemplo, de Europeana, o directamente buscando desde Google o Yahoo. Nada que las bibliotecas de todo el mundo no sepan.
Sin embargo se ha creído que sería bueno incluir nuestra propia selección. O mejor aún, elegir el "mejor" según las listas (a veces temibles y enciclopédicas) de algunas de las 60 bibliotecas universitarias más importantes del país o del extranjero. Se han repasado algunas listas que sí incluyen argumentos de selección –casi todas de blogs bibliotecarios o revistas del sector– y finalmente qué proyectos mencionan las bibliotecas digitales que se han seleccionado. Como veréis el resultado era previsible en la mayoría de los casos. Lo que ya no es tan previsible es como sería esta lista, si se volviera a hacer este ranking, dentro de diez años. Lo probaremos.
Veréis que dado el momento de efervescencia que vivimos con todo lo relacionado con el libro electrónico se han incluido muchas selecciones de plataformas centradas en la distribución del libro electrónico en dominio público que a menudo funcionan como editores, como simples recolectores o como indexadores. El orden final es simplemente alfabético, para no perder viejas costumbres. A título de anécdota, entre las plataformas seleccionadas algunas están simplemente porque tienen que estar y de otros por la suma de servicios añadidos que ofrecen, herramientas y aplicaciones que, en plena lucha por fidelizar al usuario, las hacen diferentes.
Josep M. Turiel
CRAI de la Biblioteca de Lletres --Universitat de Barcelona
Fuente: http://www.ub.edu/bid/24/turiel2.htm
10 ago 2010
Día uno. Así empezó la era atómica, de Peter Wyden
La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto global en el más amplio sentido de la palabra: no sólo estuvieron involucradas naciones de los cinco continentes, sino que hubo acciones bélicas en casi cualquier parte del planeta. Para los europeos nos son mucho más conocidas las batallas desarrolladas en nuestro continente y en el norte de África, igual que para los estadounidenses fue la guerra en el Pacífico la que verdaderamente marcó a toda una generación, pero no hay que olvidar que hubo batallas navales en América del Sur, que en la India y en China se libraron algunos de los combates más arduos del conflicto o que durante mucho tiempo Australia y Nueva Zelanda estuvieron seriamente amenazadas por la Armada del Imperio Japonés. También, debido a décadas de propaganda estadounidense, tendemos a pensar que la guerra se ganó finalmente gracias a la intervención del gigante norteamericano, obviando que fue la Unión Soviética la verdadera desencadenante del fin nazi, o que el Reino Unido pudo resistir gracias a la intervención de tropas provenientes de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, sin las cuales el Tercer Reich y sus aliados habrían conquistado Europa y sus colonias con relativa facilidad.
No obstante, la guerra en Europa terminó meses antes que la guerra en el Pacífico. Con el fin de la Alemania nazi los gobiernos de las potencias aliadas dieron por hecho que la guerra con Japón todavía duraría varios años. Las batallas que se desarrollaron en las islas del Pacífico daban a entender que el fin japonés sólo se conseguiría a base de mucho esfuerzo… y muchas vidas. Fueron miles los caídos por ambos bandos en cada batalla o escaramuza, y todo hacía indicar que la única manera de rendir a los japoneses, aunque estos ya se encontraban en la primavera de 1945 con una carestía importante de los recursos estratégicos fundamentales para mantener su maquinaria de guerra, sería yendo de isla en isla hasta desembarcar en el propio archipiélago nipón. El Estado Mayor estadounidense temía esta posibilidad: si los soldados japoneses se habían mostrado tan aguerridos y combativos defendiendo posiciones en mitad del océano, algunas no más que pequeños atolones o islotes sin valor, ¿qué no harían para proteger a su patria de una invasión extranjera? Todo esto, unido a que la Unión Soviética parecía reticente a atacar a las fuerzas japonesas apostadas en Manchuria y Corea (pese a que se había comprometido a ello en la Conferencia de Yalta), parecía presagiar una larga guerra. Sin embargo, esto no ocurrió: tras el lanzamiento de dos ingenios nucleares sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, cuyas deflagraciones asesinaron a cientos de miles de civiles japoneses, el emperador Hirohito se vio forzado a convencer a su Gabinete para aceptar la rendición, temeroso de que más bombas asolaran la Madre Patria. Él no podía saber que los estadounidenses, en esos momentos, no contaban con más bombas atómicas, y que una tercera de ellas se habría demorado todavía unos meses.
Pero Peter Wyden, autor de Día Uno. Así empezó la era atómica, si bien dedica la segunda mitad de su libro íntegramente al ataque a Hiroshima, entrevistando a docenas de supervivientes de la explosión, también se interesa por las razones que llevaron a los Estados Unidos a utilizar una tecnología que todavía no entendían del todo sobre el archipiélago japonés. En realidad, el eje de esa primera parte del libro sería ya no sólo los hombres que fabricaron la bomba (destacando entre ellos, de forma determinante, Robert J. Oppenheimer, director del proyecto), sino los teóricos que, inconscientemente, hicieron posible la más mortífera arma que el ser humano ha desarrollado, entre ellos científicos tan reputados como Leo Szilard o Albert Einstein.
De algún modo, el sacrificio de miles de civiles japoneses, al acelerar la rendición del Imperio nipón, evitó seguramente muchas más muertes, tanto japonesas como estadounidenses, pero esta postura, magnificada por la propaganda aliada, es relativa: la Unión Soviética, en los días posteriores al primer lanzamiento, ocupó Manchuria y Corea, en donde había un millón o más de soldados japoneses, muchos de los cuales murieron en batallas en las que el rodillo del Ejército Rojo los aplastó casi literalmente. Para esos miles de soldados poco importó que en esos momentos se estuviera ya negociando una rendición.
La era atómica había empezado. Tras la caída alemana se demostró que los nazis no habían andado lejos de poseer su propia bomba atómica; también Japón tenía un programa atómico, aunque las fuerzas de ocupación estadounidenses pudieron comprobar que los asiáticos no habían tenido demasiado éxito. En 1949 un segundo país se unió al “club atómico”, la Unión Soviética, en parte gracias a las filtraciones del proyecto estadounidense: entre los participantes en el proyecto Manhattan había agentes soviéticos infiltrados, tal es el caso del conocido Klaus Fuchs.
La obra de Wyden es un libro imprescindible tanto para conocer los entresijos científicos de la bomba atómica, como las motivaciones de Estados Unidos para construirla y lanzarla. Y, por supuesto, en su parte final, para acercarse de forma cercana a las terribles consecuencias de aquella primera utilización con fines bélicos sobre Japón.
8 ago 2010
No es el cacharro, chicos: son los libros
Amazon se lanza a la guerra abierta para el control del libro electrónico y lo hace con ganas: el Kindle 3 se va a poner a la venta rozando el límite psicológico de los 100 euros. Si, 100, da igual que ayer fuerais a la tienda electrónica más de moda o a las rebajas del Cortinglés y os encontrarais con unos lectores del año pasado por 250 €: la última novedad del gigante de los e-books se queda en 139$.
Estamos hablando del Kindle 3 Wifi que, a semejanza del movimiento de Barnes & Noble con su Nook Wifi, abarata un poco más el precio con la eliminación del 3G (el dispositivo valdrá 189 $para los amantes de la movilidad absoluta) y viene cargado de un montón de novedades interesantes, como son su mejor contraste, definición, duración de la batería y la capacidad de poder tomar notas sobre documentos PDF, entre otras pequeñas mejoras.
Amazon golpea la mesa con su Kindle -es mejor que nosotros no lo hagamos, sus pantallas no son exactamente de acero- y exclama un «Pa chulo yo» que deja al resto de fabricantes temblando en el mercado americano, hoy por hoy el más importante. En el resto del mundo se espera expectante la fecha de envío internacional y la posibilidad, lejana todavía, de que Amazon pueda ofrecer los libros que hoy por hoy sólo Libranda pone para mayoristas.
¿Cuál es el truco? Pues que el Kindle es un dispositivo cerrado: su DRM es propio y excluyente -al menos por ahora-, así que el argumento se complica a un estás conmigo (barato) o contra mí (oferta más amplia y libre, al menos en Europa). Amazon quiere hacerse con la mayoría del mercado y parece que si sigue con esta guerra de precios será inevitable que lo consiga si nadie hace nada por evitarlo.
La verdad es que con la salida del Kindle3 queda claro que lo importante es crear una gran comunidad de lectores atados a un lector que pasa por una única tienda. Un lector para atarlos a todos en las tinieblas, vaya, aunque Amazon pierda ahora dinero por cada Kindle que venda, es una inversión a largo plazo que puede significar un cambio radical en el panorama editorial tal y como lo conocemos.
Hoy por hoy, claro, es la única opción barata y de calidad pero, por desgracia, todavía no lee los Adobe DRM de Libranda, algo que sí que hace su competencia directa -Nook- que, vaya hombre, no se puede pedir a los Estados Unidos. Sí que hay una vaga promesa de que en un futuro se podrá leer ese DRM, pero pueden pasar meses antes de que haya un movimiento en firme, que dependerá, seguro, de las posiciones alcanzadas por las grandes empresas del sector.
5 ago 2010
REPOSITORIOS DIGITALES
Desde hace unos años los repositorios digitales se han convertido en un tema de mucha importancia y el concepto es del mismo es muy amplio, podríamos definirlo como un depósito o archivo de un sitio web centralizado donde se almacena y mantiene información digital, habitualmente bases de datos o carpetas informáticas. Cualquier contenido digital, una imagen, un documento Word o Excel, un documento digitalizado, un libro electrónico, una página html, etc. forman parte del “repositorio digital” de una organización. Pueden contener los archivos en su servidor o referenciar desde su web al alojamiento originario. Pueden ser de acceso público, o pueden estar protegidos y necesitar de una autentificación previa. Los depósitos más conocidos son los de carácter académico e institucional y tienen por objetivo organizar, archivar, preservar y difundir la producción intelectual resultante de la actividad investigadora de la entidad. Es decir, es un concepto que va mucho más allá de la digitalización de documentos.
Los repositorios digitales en las bibliotecas y centros de documentación
Muchas bibliotecas y centros de documentación centran gran parte de su interés o preocupación en la digitalización de documentos: prensa local, grabados, incunables, etc. Su objetivo es doble: preservar estos contenidos y facilitar su acceso. El uso de los metadatos –Dublin Core, METS, etc. aparece aquí como una clara necesidad pero su aplicación, hoy por hoy, no está suficientemente clara. Por una parte, se ha tendido a solicitar en pliegos de concursos determinados formatos – METS o Premis, por ejemplo, cuando el tema no es de formatos sino de políticas de preservación y de sostenibilidad de las mismas, en muchos casos no definidas. Es en este ámbito de las bibliotecas y centros de documentación donde hay más riesgo para el mantenimiento y la sostenibilidad de los proyectos: dificultades de financiación, pérdida de personal especializado, etc. Además de los sectores referidos, no podemos dejar de citar los Museos y Fundaciones. Muchos de ellos están llevando a cabo importante procesos de digitalización de sus fondos con el objetivo, sobretodo, de dar a conocer su patrimonio y, con ello, potenciar las visitas a su página web y a su centro por parte de residentes y turistas. A modo de resumen, en todas las organizaciones es necesario:
* Realizar una tarea previa de planificación que contemple el mantenimiento y la sostenibilidad de los repositorios digitales que se deben o se quieren conservar de forma permanente, con su dimensionamiento a medio-largo plazo. Estos forman parte de la memoria corporativa y contienen un conocimiento que debemos preservar para las generaciones futuras.
* Tener claramente definidos los contenidos digitales a eliminar por la complejidad y el coste que representa la migración de formatos en un futuro.
* Entender que, más allá de las herramientas –ERPs, gestores documentales, etc. es indispensable tener un sistema de gestión de los repositorios digitales sólido que engloba aspectos como una política definida, responsabilidades asignadas, calendarios de conservación y de eliminación y manuales de procedimientos.
El crecimiento y el futuro del “universo digital”
Según un estudio en 2007 el universo digital era de 282 exabytes; es decir, 282 mil millones de GB, y en 2011 será diez veces mayor. El mismo informe indica que en 2007, por primera vez, la cantidad de información creada ha superado a la disponible en sistemas de almacenamiento y concluye afirmando que no toda la información que se crea y se transmite se almacenará en 2011 y se estima que la mitad no tendrá almacenamiento permanente. No hay suficiente consciencia de esta realidad, ni de la dura predicción que realizó Miquel Termens de la Universitat de Barcelona, en las mismas Jornadas antes citadas, cuando manifestó que entre el 90 y 95% de lo que hoy se está digitalizando se perderá. Las preocupaciones, o los intereses, se centran en aspectos distintos, según la organización.
Los repositorios digitales en las empresas
En las empresas, los repositorios digitales abarcan desde los discos duros de almacenamiento de los documentos que se reciben o se generan, hasta las aplicaciones corporativas: ERPs, CRMs, gestores documentales, etc. Gestionar con eficiencia estos contenidos se convierte en un tema crucial para la propia supervivencia. Sus necesidades se centran en la localización rápida de los documentos que se necesitan para una auditoria o para la firma de un contrato, en el seguimiento comercial de las ofertas o en seguimiento de resultados. Es necesario resaltar la importancia de la confidencialidad y, en consecuencia, la necesaria gestión de los accesos. ¿Qué proyectos están llevando a cabo las empresas preocupadas por una correcta gestión de los repositorios digitales? Los proyectos tienen como objetivos:
* poder localizar con rapidez un determinado documento o información dentro de la misma empresa, para mejorar en eficiencia
* simplificar los procesos, con la reducción de costes que conlleva
* identificar claramente los perfiles de las personas que pueden acceder a unos determinados contenidos.
Si bien son requerimientos comunes con otros entornos, en este caso los dos conceptos que aparecen con más fuerza son los de eficiencia y coste. Las soluciones varían bastante entre una empresa u otra, ya que los aspectos culturales y el liderazgo son dos elementos clave para llevar un proyecto de este tipo adelante. En cualquier caso, es necesario elaborar un mapa de los distintos contenidos digitales ligados a los procesos de la organización. A partir del mapa es posible ordenar –o clasificar- los contenidos, establecer algún tipo de taxonomía corporativa o de cuadro de clasificación, identificar perfiles de usuarios que agilicen las tareas de los informáticos cuando tienen que dar permisos de acceso, y definir el ciclo de vida de los distintos contenidos digitales identificados. Una solución de este tipo debe ir necesariamente ligada a una fuerte implicación de la dirección y a una formación del personal de la empresa.
Tomado de: Adela d’Alòs-Moner
Compilado por:Javier Mejia T.
4 ago 2010
LA BIBLIOTECA DEL FUTURO
Augmented Reality - The Future of Education from soryn on Vimeo.
A través de nuestros amigos de Arquitectitis descubrimos este fantástico corto titulado El futuro de la Educación realizado por un estudiante de la Facultad de Arquitectura Valle Giulia de Sapienza (Universidad de Roma). En él, se nos muestra cómo serán las bibliotecas del mañana, donde a través de unas gafas podremos acceder a una realidad aumentada, transformando los libros en completos soportes digitales, donde las imágenes se ampliarán con los dedos, los vídeos se reproducirán sobre el papel tan sólo haciendo un clic, podremos ver maquetas de los edificios que estemos estudiante simplemente girando el libro o incluso caminando por la calle podremos obtener información de los edificios por los que vayamos pasando. La música que le acompaña es Life in Technicolor de Colplay, que le viene que ni pintado. El edificio en cuestión es el Museo Ara Pacis de Richard Meier
FUENTE
2 ago 2010
LA LIBRERIA DIGITAL LAIE
Los fondos de las editoriales agrupadas en la recién estrenada Libranda se venden sólo en las librerías. Como justamente recordaba Dàmià Gallardo en un comentario a otro post de este blog, el ruido sobre Libranda está eclipsando el trabajo con el libro electrónico que están haciendo algunas librerías, por ejemplo, Laie.
Laie es un buen ejemplo de librería virtual que agrupa no sólo los fondos de Libranda, sino también de otras distribuidoras digitales, de las que presenta 100.000 títulos, en español, catalán e inglés.
Una de las formas más típicas de localizar un libro es mediante el buscador interno. El de Laie localiza palabras en el título y en el subtítulo; sin embargo puede mejorar la ordenación de los resultados. Con el “buscador avanzado” se puede a priori limitar la búsqueda a e-books, aunque el uso del formulario de consulta me ha dado algunos problemas.
Ante una búsqueda abierta, se presenta por defecto el libro en papel, con su precio, aunque la ficha del libro ya informa de la disponibilidad o no del e-book. Como además se informa de en qué librerías de la cadena está efectivamente disponible, el resultado es que se ofrecen todos los medios para que el lector acceda a un título.
El acceso temático comienza en once categorías, que luego pueden subdividirse en varios niveles (por ejemplo: “Home [ese feo anglicismo]> lingüística – teoría y crítica literaria > teoría literaria > estudios de cultura escrita“), y en sus niveles más altos conduce a tres categorías: recomendados, novedades y más vendidos.
La búsqueda de un autor lleva a todos los libros del mismo, en cualquier lengua. En todos los casos, ademas del libro localizado se ofrecen otros libros del autor, e incluso qué otros títulos compraron quienes adquirieron una obra (ese útil recurso a lo Amazon), así como el habitual tributo al 2.0 en forma de comentarios del usuario.
En resumen: Laie es un buen ejemplo de cómo una librería puede dar acceso a un fondo muy grande, en diversos formatos, ediciones y lenguas, ayudando al lector a abrirse camino por la selva de libros.
FUENTE
1 ago 2010
PREMIO RECONOCIMIENTO DE VALORES
ANA MARÍA PONTE DESDE SU "CARRO DE TRIUNFO" HA OTORGADO
ESTE PREMIO "RECONOCIMIENTO DE VALORES A "BIBLIOTECA VIRTUAL"
MUCHAS GRACIAS.
Las reglas para recibirlo son:
-Exhibir el premio en su blog con un link
al blog que te lo envió.
-Regalar el sello a 10 blog de
tu agrado o que desees premiar....
Y AQUI VAN MIS ELEGIDOS:
ENTRE LIBROS
RELATOS, CUENTOS Y ALGO MÁS
SUEÑOS DE MARÍA
DECLAMADOR UNIVERSAL
AMALIA LATEANO
POESÍA LETRAS Y ALGO MÁS
POEMAS: DE TODO UN POCO
265 DÍAS DE LIBROS
CIUDAD DE LIBROS
A MI SI, Y SI A TU NO, ES TU PROBLEMA
Suscribirse a:
Entradas (Atom)