Originalmente publicado como "Google & the Future of Books", The New York Review of Books, Vol. 56, No. 2, 12 de Enero, 2009 (http://www.nybooks.com/articles/22281) . Traducido por Alberto Loza Nehmad.
¿Cómo podremos navegar a través del horizonte de la información que apenas empieza a aparecer a la vista? La pregunta es más urgente que nunca después del reciente convenio firmado entre Google y los autores y editores que estaban demandando a esta empresa por supuesta violación de la ley de derechos de autor. En los últimos cuatro años Google ha estado digitalizando millones de libros de las colecciones de las más grandes bibliotecas de investigación, incluyendo muchos que están cubiertos por derechos de autor, y ha estado permitiendo que se pueda buscar los textos en línea. Los autores y editores argumentaron que la digitalización constituía una violación de sus derechos de autor. Después de prolongadas negociaciones, los demandantes y Google acordaron un convenio que en el futuro inmediato tendrá un efecto profundo en la manera como los libros llegarán a los lectores. ¿Cómo será ese futuro?
Nadie lo sabe, porque el acuerdo es tan complejo que es difícil percibir los contornos legales y económicos en las nuevas realidades. Pero aquellos de nosotros que somos responsables de bibliotecas de investigación, tenemos una clara visión de una meta común: queremos abrir nuestras colecciones y hacer que estén disponibles para los lectores de todo lugar. ¿Cómo llegar allí? La única táctica factible podría ser la vigilancia: ver tan lejos como se pueda y, mientras se mantiene los ojos sobre el camino, recuérdese mirar al espejo retrovisor.
Cuando miro hacia atrás, fijo mi mirada en el siglo XVIII, la Ilustración , su fe en el poder del conocimiento y en el mundo de ideas en el que éste operaba: lo que los ilustrados llamaban la República de las Letras.
El siglo XVIII imaginaba a la República de las Letras como un reino sin policía, sin fronteras y sin otras desigualdades que aquellas determinadas por el talento. Cualquiera podía unírsele ejercitando los dos principales atributos de la ciudadanía, la escritura y la lectura. Los escritores formulaban ideas y los lectores las juzgaban. Gracias al poder de la palabra escrita, las opiniones se difundían en círculos crecientes, y ganaban los argumentos más fuertes.
La palabra también se difundía por medio de cartas escritas, pues el siglo XVIII fue una gran era para el intercambio epistolar. Recórrase leyendo la correspondencia de Voltaire, Rousseau, Franklin y Jefferson (cada una compuesta por cerca de cincuenta volúmenes) y se podrá ver la República de Letras en acción. Todos estos cuatro escritores debatían todos los temas de su tiempo en una constante corriente de cartas que cruzaba Europa y América en todas direcciones a través de una red trasatlántica de información.
** Director de la biblioteca de la Universidad de Harvard
¿Cómo podremos navegar a través del horizonte de la información que apenas empieza a aparecer a la vista? La pregunta es más urgente que nunca después del reciente convenio firmado entre Google y los autores y editores que estaban demandando a esta empresa por supuesta violación de la ley de derechos de autor. En los últimos cuatro años Google ha estado digitalizando millones de libros de las colecciones de las más grandes bibliotecas de investigación, incluyendo muchos que están cubiertos por derechos de autor, y ha estado permitiendo que se pueda buscar los textos en línea. Los autores y editores argumentaron que la digitalización constituía una violación de sus derechos de autor. Después de prolongadas negociaciones, los demandantes y Google acordaron un convenio que en el futuro inmediato tendrá un efecto profundo en la manera como los libros llegarán a los lectores. ¿Cómo será ese futuro?
Nadie lo sabe, porque el acuerdo es tan complejo que es difícil percibir los contornos legales y económicos en las nuevas realidades. Pero aquellos de nosotros que somos responsables de bibliotecas de investigación, tenemos una clara visión de una meta común: queremos abrir nuestras colecciones y hacer que estén disponibles para los lectores de todo lugar. ¿Cómo llegar allí? La única táctica factible podría ser la vigilancia: ver tan lejos como se pueda y, mientras se mantiene los ojos sobre el camino, recuérdese mirar al espejo retrovisor.
Cuando miro hacia atrás, fijo mi mirada en el siglo XVIII, la Ilustración , su fe en el poder del conocimiento y en el mundo de ideas en el que éste operaba: lo que los ilustrados llamaban la República de las Letras.
El siglo XVIII imaginaba a la República de las Letras como un reino sin policía, sin fronteras y sin otras desigualdades que aquellas determinadas por el talento. Cualquiera podía unírsele ejercitando los dos principales atributos de la ciudadanía, la escritura y la lectura. Los escritores formulaban ideas y los lectores las juzgaban. Gracias al poder de la palabra escrita, las opiniones se difundían en círculos crecientes, y ganaban los argumentos más fuertes.
La palabra también se difundía por medio de cartas escritas, pues el siglo XVIII fue una gran era para el intercambio epistolar. Recórrase leyendo la correspondencia de Voltaire, Rousseau, Franklin y Jefferson (cada una compuesta por cerca de cincuenta volúmenes) y se podrá ver la República de Letras en acción. Todos estos cuatro escritores debatían todos los temas de su tiempo en una constante corriente de cartas que cruzaba Europa y América en todas direcciones a través de una red trasatlántica de información.
** Director de la biblioteca de la Universidad de Harvard
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