Corría el año de gracia de mil cuatrocientos setenta y pico cuando a Pedro de Osma, hasta entonces un devoto catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca, le dio por pensar que la Iglesia podía errar en cuestión de fe, que algunos Papas fueron herejes y que los pecados mortales se borraban únicamente por el arrepentimiento. Escribió éstas y muchas otras perlas en un libro que llamó De confessione, y luego comenzó a leerlo con voz solemne y campanuda allá en lo alto, desde su cátedra; muchos le oyeron y creyeron y ya no quisieron confesión, pues decían que ya no había sino nacer y morir. Cuando el arzobispo de Toledo supo de aquello, fue preso de santa ira y pidió bula al papa para poder juzgar y condenar aquel maldito libro y al hereje que lo parió. Y así, fue que todos en el palacio arzobispal «juraron en forma por las órdenes que recibieron, poniendo las manos sobre sus pechos, que esta denunciación e lo en ella contenido non facian maliciosamente ni con ánimo de venganza, salvo con puro celo de nuestra sancta fee e religión christiana».
Paseaba el libro por las calles con la cabeza bien alta, mientras el buen pueblo de Alcalá se hacía cruces, escupía y lo insultaba a su paso hasta que llegó a la iglesia de Santa María. Allí aguardaba un cadalso con muchas gradas adornadas de telas y una alta silla aderezada con un hermoso dosel donde el arzobispo tomó asiento. Llegó el libro a paso firme hasta el centro de la plaza, leyeron su sentencia de muerte, lo entregaron al verdugo y lo quemaron entre cánticos y sahumerios de incienso hasta reducirlo a cenizas. Nunca antes un libro había tenido un funeral tan solemne ni había sucumbido tan gallardo.
Un lloroso Pedro de Osma acabó por aparecer en Alcalá. Le obligaron a humillarse públicamente en solemne procesión, le mandaron llevar un velón y abjurar de todo lo que había escrito. Un año después de la quema de su libro y 36 antes de que Lutero clavara sus tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg, murió Pedro de Osma, el primer protestante español. Falleció en el seno de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, quién sabe si confortado por el perdón o arrepentido de su falta de valor. Ninguna copia de De confessione ha sobrevivido. Irónicamente, lo que conocemos de él se lo debemos a las actas del proceso y al menosprecio de sus acusadores, pero el prestigio por su valor ante la hoguera se mantiene incólume en nuestros días.
Nota
Un lloroso Pedro de Osma acabó por aparecer en Alcalá. Le obligaron a humillarse públicamente en solemne procesión, le mandaron llevar un velón y abjurar de todo lo que había escrito. Un año después de la quema de su libro y 36 antes de que Lutero clavara sus tesis en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg, murió Pedro de Osma, el primer protestante español. Falleció en el seno de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana, quién sabe si confortado por el perdón o arrepentido de su falta de valor. Ninguna copia de De confessione ha sobrevivido. Irónicamente, lo que conocemos de él se lo debemos a las actas del proceso y al menosprecio de sus acusadores, pero el prestigio por su valor ante la hoguera se mantiene incólume en nuestros días.
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1 comentario:
Excelente artículo.Felicitaciones y queda desde ya en archivo.
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