La irrupción de las nuevas tecnologías relacionadas con el libro electrónico e Internet pueden llevar a las bibliotecas públicas a replantear, en parte, su función.
Para muchos ciudadanos, una biblioteca es simplemente un lugar donde conseguir libros de manera gratuita por un periodo limitado de tiempo. Si bien desde algunas administraciones públicas ese es el modelo que quieren mantener -cuestiones de presupuesto y falta de interés por la cultura a partes iguales- una biblioteca pública debe, y en ocasiones consigue, ofrecer mucho más que eso.
Una biblioteca es un lugar de encuentro, un punto de acceso libre a la información, un lugar de consulta y estudio, un sitio donde no sólo hay libros sino que se puede conseguir cualquier tipo de contenido audiovisual; las bibliotecas, además, son sitios imprescindibles para exposiciones y actividades culturales.
Pues bien, Amazon ya está poniendo en marcha un sistema de préstamo para bibliotecas públicas a través de su plataforma de ebooks y el Kindle, hoy por hoy el lector número uno en Estados Unidos. El usuario tan sólo tiene que acceder a la web de la biblioteca en cuestión, seleccionar el libro que desea y descargar el libro a su lector, donde permanecerá los días tipificados en el préstamo. Los libros pasan a estar «licenciados», es decir, que cada biblioteca compra un número determinado de «copias» por libro, es decir, las que podrán ser utilizadas al mismo tiempo.
Trasladado a España me surgen un montón de posibilidades y dudas. Desconozco cuál es la postura general de las bibliotecas frente al préstamo digital -por lo quecomentamos aquí, da un poco de miedo- ya que el trabajo que se está haciendo es el de prestar lectores electrónicos como si fueran libros, en lugar de que el usuario se lleve un ebook en su propio lector.
Tal y como están planteadas muchas bibliotecas en España me pregunto si la aparición de bibliotecas públicas virtuales, creadas exclusivamente para el préstamo online, no mejoraría la situación de las actuales o, al menos, forzaría a algunos dirigentes políticos a ofrecer esos servicios adicionales al préstamo que hacen tan importante a las bibliotecas de barrio o de pueblo. Lo que temo profundamente es que, con esa concepción decimonónica que caracteriza a la clase dirigente de este país, encuentren que el paso a lo virtual es una excelente opción para ir cerrando bibliotecas físicascon la excusa de que se hayan quedado obsoletas.
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