EL FILÓLOGO CATALÁN DANIEL CASSANY EN LA FERIA DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL
El especialista asegura que los chicos conocen menos de la red de lo que aparentan, que disponen de mucha información pero tienen dificultades para construir conocimiento y que nacer en una casa con libros supone una ventaja.
Hay libros y colores, peluches del sapo Pepe, niños y niñas que recorren asombrados los stands de la Feria del Libro Infantil y Juvenil. Pero la mente de Daniel Cassany no está allí, en lo tangible que lo rodea, sino en Internet, a la que millones de personas se conectan. Allí, se sumerge e investiga cómo es la interacción entre los jóvenes y las nuevas tecnologías. Qué leen, cómo, cuánto tiempo le dedican, qué es lo que encuentran allí, son las preguntas que impulsan su trabajo. Por esa misma razón fue uno de los invitados internacionales a la 21º edición de la Feria que se realiza en Buenos Aires y finaliza este fin de semana.
Cassany es un filólogo y doctor en Educación catalán que desde 1993 es profesor de Análisis del Discurso en Lengua Catalana de la Universidad Pompeu Fabra. En su curriculum se encuentran cientos de libros y ensayos publicados sobre la lengua y la escritura, como Afilar el lapicero o La Cocina de la Escritura y otra tanta producción sobre las formas de comunicación inauguradas con la llegada de Internet. Llegó a la Argentina para brindar una conferencia sobre literatura juvenil electrónica y aceptó analizar el tema con Tiempo Argentino.–¿Qué leen los jóvenes en Internet? –Es muy variado. Dedican mucho tiempo. El porcentaje de chicos conectados es muy elevado. En España, es un 60 o 70%. Esto no significa que tengan computadora en sus casas. Algunos sí la tienen, pero otros van al ciber, a la casa de amigos o en la escuela. El uso de la Web está asociado con su vida ociosa, es decir, forma parte de su tiempo libre y privado. Hacen lo que quieren y cuando quieren pero no deja de ser un acto privado. –¿Pero no hay espacios y plataformas donde la interacción es pública? –Sí, están relacionados con los fanfics, la poesía en red, los fotologs. Sobre los fanfics, podemos encontrar a fanáticos de Harry Potter o Naruto que toman a sus personajes favoritos y escriben nuevos cuentos e historias. Luego, los cuelgan en Internet, en un espacio creado por ellos o en un portal especializado, conocen a otros fanáticos, reciben y escriben comentarios. Es una práctica muy estimulante, es una manera de conocer gente, de fortalecer las relaciones con personas que ya conocen, de hacerse querido. –¿Cómo cambió la práctica de la lectura en comparación a décadas anteriores? –Cambió totalmente. Utilizamos el mismo verbo pero estamos hablando de una actividad totalmente distinta. El joven tiene más acceso a información, se trata de otro tipo de información, es planetaria. Antes sólo se accedía a libros sobre la propia comunidad. Era costoso traer material del exterior. Hay mucha más porquería en la Web, antes no había falsedades, o no la había en la cantidad que la hay ahora. Hoy todo es libre, gratuito, estamos todos. Hay una gran cantidad de información falsa, exagerada, no contrastada. Se perdió la a fiabilidad de un libro. –¿Los jóvenes saben discernir lo verdadero de lo falso en la era de “San Google”? –No lo saben. El chico antes leía en la escuela libros de textos, todo era verdad o una verdad. Ahora está Internet donde no todo es verdad. Es un chico que sabe mucho, cómo tocar el mouse, cómo acceder un programa, pero luego tiene dificultad para construir significado. Hay mucha información disponible, pero es mucho más difícil construir conocimiento. Para navegar, utilizan criterios superficiales, si es atractiva o no una Web, si es divertida, y no prestan atención a quién es el autor, si es una persona fiable o un mentiroso, de dónde procede la información, si es una opinión personal o el resultado de una investigación. –¿Quién tiene la responsabilidad de anclar esa información? ¿La familia? ¿La escuela? –Es una pregunta compleja. Creo que es una tarea de todos. En principio, es la escuela la que enseña a leer y escribir, pero las familias también contribuyen con la educación del chico antes de que ingrese al sistema. Un chico que nace en un hogar donde los papás leen y escriben desarrolla habilidades distintas a un chico de una casa sin libros. La escuela tiene que actuar como nivelador y dar más oportunidades a los chicos que no tienen la posibilidad de leer en sus casas, pero también tienen que saber capitalizar lo que aprenden fuera de la escuela. –En cuanto a los padres, ¿cuál debería ser la actitud más positiva, la que ayudaría más a los chicos?–Los papás tienen que evitar conductas compulsivas con la computadora, orientar al chico con el uso de las redes sociales, enseñar que Internet es compatible con los libros, educarlos en que es un espacio público y no pueden publicar determinada información. Del mismo modo en que enseñan que no pueden cruzar una calle en rojo o que no pueden tener relaciones sexuales sin preservativo, el chico no puede poner la dirección de la casa en Facebook. –¿Cómo reaccionan los docentes ante esta nueva forma de comunicación? –Hay mucha confusión. Están los docentes tecnofóbicos, los tecnofílicos y los pasotas (los indiferentes). Hay que ver el cambio de una forma positiva. Tenemos mucha suerte de vivir un cambio tan brutal para la historia de la humanidad como es Internet. Hay que tomárselo con cierta responsabilidad. Nadie va aceptar, por ejemplo, que un dermatólogo te recete ungüento de 50 años atrás porque el médico se niegue a actualizar sus conocimientos. La educación tiene que ser igual. Ofrecer a los chicos lo mejor. Es la manera de conseguir más reconocimiento social. Hay maestros que hacen cosas positivas, otros que esperan más ayuda del gobierno, pero no puede ser que no haya computadoras en la escuela.–En la Argentina, el gobierno nacional está distribuyendo computadoras en los colegios a fin de disminuir la brecha digital. En el momento de la entrega, se puede ver a los chicos totalmente familiarizados con las nuevas tecnologías y a los docentes, tímidos, que dicen “iré aprendiendo con ellos”. –Justo me acaban de aprobar un proyecto para investigar este tema. Los chicos no saben tanto como parece. Saben usar un programa, abrir un perfil en Facebook, enviar un mensaje y la maestra puede no saber, los chicos saben que es Twitter y Facebook y la maestra puede no saber, pero si luego analizás si los chicos entienden, te das cuenta de que no. Es un conocimiento muy epidérmico, es un conocimiento vinculado con el ocio y la diversión, no para aprender o desarrollar contenidos en la escuela. –¿Y qué pasa con los profesores que no tienen un contacto muy estrecho con la tecnología? ¿Esto es un obstáculo?–Los profesores no dominan las cuestiones técnicas, lo que genera mucho miedo, pero tiene una visión del conjunto, una experiencia, una capacidad que los jóvenes necesitan. La clave es unir ambas capacidades. <
1 comentario:
Muy buen Articulo... Gracias por contribuir....
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