Nuestro lenguaje se ha acostumbrado rápidamente al uso de términos que resultan difíciles de explicar. ¿Se preguntó alguna vez qué hay en un byte? ¿Y sobre la web 2.0? Lo concreto es que el uso de nuevas tecnologías de información y comunicación es un fenómeno social que modifica nuestra vida cotidiana, la cultura y las relaciones de poder.
Por Silvana Comba y Edgardo Toledo *
Hoy asistimos a un nuevo estadio en las formas y la construcción de modos de comunicación. De los artefactos de comunicación a distancia –desde el telégrafo hasta el satélite– que nos devuelven una oralidad secundaria, posescritural a las tecnologías de la memoria, se suman las de la inteligencia. El uso de Internet genera nuevos ámbitos perceptivos, culturas diferentes y atmósferas particulares. Las distintas aplicaciones de la web (chats, foros, blogs, wikis, redes sociales como Facebook y Myspace; Youtube, Twitter) traen aparejadas modificaciones en el alcance, el tipo y la forma de interacción y, a la vez, renovadas capacidades productivas. El uso de estas tecnologías, cada vez más intensivo y diversificado –en los ámbitos del trabajo, la educación, la diversión, el ocio, las relaciones con amigos, colegas y familiares– es un fenómeno social que no podemos pensar fuera de este particular contexto histórico-cultural.
En pocos años, los múltiples dispositivos mejoraron y potenciaron lo que ya veníamos haciendo con otras herramientas. Un solo ejemplo: antes enviábamos cartas, hoy mails y SMS. Los modos de hacer, los usos sociales, siempre remiten a una categoría totalizadora como la de cultura; se establecen a través de la experiencia, de los discursos circulantes en el boca a boca, de los saberes de los circuitos informales que corresponden al hacer cotidiano. Se generan, así, hábitos que promueven gustos, esquemas operacionales, maneras de hacer, de pensar; un estilo de inventiva técnica y de adecuación a las necesidades. Y si no, pensemos qué hicimos en estos últimos años con el celular, convertido ahora en una herramienta multipropósito.
Hasta hace poco, la web había sido un lugar al cual recurríamos principalmente para buscar información. En un período no muy largo –y propiciado por la difusión de la banda ancha– los usuarios pasamos de ser sólo lectores-consumidores de información a producir contenidos. Y lo hacemos conformando comunidades virtuales que promueven la inteligencia colectiva. En el 2004, O’Reilly usó por primera vez el término web 2.0 para referirse a una segunda generación de web basada en comunidades de usuarios y una gama especial de servicios, como las redes sociales, los blogs, los wikis o las folcsonomías, que fomentan la colaboración y el intercambio ágil de información entre los usuarios. Durante un discurso en la Universidad de Berkeley, O’Reilly sentenció: “Una verdadera aplicación web 2.0 es una que mejora mientras más personas la usan. Por eso, el corazón verdadero de la web 2.0 es la capacidad de aprovechar la inteligencia colectiva”. El uso de estas aplicaciones está transformando el acceso, diseño, organización e intercambio de información. La web va adquiriendo nuevas características como la presencia de información más descentralizada, amplia diversidad de contenidos administrados por usuarios que no necesitan grandes conocimientos de informática, información en permanente cambio, softwares gratuitos y comunidades que comparten y distribuyen conocimientos.
Lo que esta nueva web está transformando, sin lugar a dudas, es el modo de promocionar el consumo de bienes simbólicos y materiales y, en consecuencia, el modelo de negocio. Hace unas semanas, el dúo panameño de reggaetón Wisin y Yandel llenó dos Luna Park sin publicidad ni demasiada difusión en medios masivos. Para que en nuestro país se convirtieran en un fenómeno musical/cultural para adolescentes, sólo les bastó aprovechar la dinámica comunicacional de Internet: Myspace, Youtube, blogs, etc. (http://www.wisinyandelpr.com). Lost, la serie estadounidense, trascendió lo popular que ya era en su país y se convirtió en un fenómeno de consumo global porque millones de usuarios subían/bajaban de la red los capítulos subtitulados por la comunidad a poco de su emisión en la cadena ABC. Y no sólo eso, también crearon un sinnúmero de comunidades virtuales de seguidores que discutían las distintas tramas y los fenómenos sobrenaturales y mitológicos a través de foros y blogs.
Todo un fenómeno comunicacional que se traduce en nuevas formas de poder social y nuevos medios para la acción colectiva en el momento justo y en el lugar adecuado. Porque en una revolución tecnológica todas las instituciones, de manera y en grados distintos, participan en el cambio y, por ende, dan respuestas a las innovaciones y los desafíos que plantean esas tecnologías en la comunidad.
* Docentes e investigadores de la Carrera de Comunicación Social, Universidad Nacional de Rosario.
19 nov 2008
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