20 jun 2010

LOS TEMPLOS DEL SABER

PEQUEÑA HISTORIA DE LAS BIBLIOTECAS
Consultar una biblioteca se ha convertido en algo habitual: las hay en los centros de estudio, en los barrios, a cargo de instituciones públicas o privadas; incluso en prisiones, balnearios y sanatorios, siempre existe una sala, un pequeño templo del saber que muestra en sus estanterías preciados tesoros de literatura y ciencia de todos los tiempos.
Pero hasta llegar a hoy las bibliotecas han sufrido una larga -y en ocasiones, tortuosa- evolución. Su historia es la historia del saber universal. Su tesoro pertenece a toda la humanidad.
LA BIBLIOTECA DE BABEL
En Sumer, hace más de 4000 años, se empleó por primera ver la escritura para realizar anotaciones contables, luego para escribir mensajes y solo muy tardíamente para componer relatos épicos. Las primeras bibliotecas reunían, en realidad, archivos contables; más adelante, los reyes incluyeron sus crónicas y documentos administrativos. La literatura aún era oral.
Los primeros soportes de la escritura fueron tablillas de arcilla que, una vez cocidas, adquirían la consistencia que les ha permitido alcanzar 4500 años de historia gozando de buena salud. Otros soportes fueron tablillas de madera o marfil recubiertas de cera, utilizados solo para borradores o anotaciones. Los primeros libros se formaron uniendo varias tablillas con cintas o correas que atravesaban unos orificios laterales.
En 1975 se descubrió la biblioteca de Ebba, a 80 Km. de Alepo, en la actual Siria, incendiada en el siglo XXIII a. de JC. Se encontraron 17 fragmentos de tablillas en dos habitaciones. En aquella remota época la ciudad había tenido varios cientos de escribas que habían redactado incluso varios diccionarios sumerio-ebaitas. Hasta este descubrimiento se creía que la biblioteca más antigua era la de Ur, descubierta hacia 1894 donde se hallaron 70.000 tablillas.
En Ur, las tablillas se guardaban en cestos de mimbre recubiertos de asfalto para evitar la humedad. En la vecina ciudad de Mari, se emplearon rollos de piel para envolver las tablillas, habitualmente de registros administrativos; no fue sino con el descubrimiento de los 30.000 fragmentos contenidos en la biblioteca de Asurbanipal, entre las ruinas de su palacio real, donde apareció el primer relato épico, el Poema de Gilgamesh, en el que incluso se hacía alusión al diluvio.
EGIPTO: LAS "CASAS DE LA VIDA"
Gracias a la Biblia sabemos que David y Salomón dispusieron de buena biblioteca que contaba con textos escritos sobre tablillas, pieles y, finalmente, en pergaminos; lamentablemente estas bibliotecas se perdieron en el curso de las vicisitudes sufridas por Israel. Por el contrario, en 1947 se descubrió por pura casualidad en Qumram, desierto de Judá, un depósito de 200 documentos esenios escritos en rollos de piel cosida. El contenido de estos documentos era de carácter místico y religioso y, entre ellos, se encontraban algunos de los llamados "evangelios apócrifos" que se creían perdidos para siempre.
Los judíos, a su vez, habían tomado ejemplo de los egipcios. La leyenda atribuye al sabio arquitecto Imhotep la creación de la primera biblioteca en el siglo XXVIII a. de JC, pero se trata de mera ficción. Los egipcios llamaban poéticamente a sus bibliotecas "casas de vida". Solo los escribas estaban en condiciones de leer y escribir, situación que les puso en disposición de ocupar puestos elevados e incluso el trono. Los egipcios trenzando fibras vegetales y luego machacándolas crearon el papiro que, luego, encolado, daba lugar a rollos formados por veinte hojas de pergamino. Los rollos se guardaban en arcones recubiertos de fundas de tela o cuero; las "casas de la vida" estaban frecuentemente en los templos.
CON LOS LIBROS, EN EL MUNDO CLASICO
También los griegos prefirieron la transmisión oral para sus poemas y solo en el siglo V a. de JC, con Pericles, se generalizó el libro y la lectura. Atenas exportó libros escritos en papiro. Fue en el depurado marco cultural ateniense donde aparecieron los primeros bibliófilos, literalmente "amigos de los libros". En el siglo IV a. de JC se abren las primeras bibliotecas si bien las leyendas las ubican el períodos anteriores.
Platón fundó en el 387 a. de JC una escuela para la enseñanza superior: la Academia, que pudo prolongar su vida durante nueve siglos hasta que el emperador Justiniano la clausuró en el 524. Platón consideraba a la tradición oral como más viva y efectiva que la escrita, pero pagó una fortuna a cambio de unos manuscritos pitagóricos. En cuanto a Aristóteles, fundador de otra escuela, dedicada al Apolo Licio (de ahí el nombre de "liceo"), reunió para sus alumnos una gran cantidad de libros.
Un gran centro cultural de la antigüedad clásica radicó en Pérgamo, cerca del templo de Atenea y del teatro. Allí, cuenta la leyenda, se inventó el pergamino al prohibir los egipcios la exportación de papiro.
LA MÁS FAMOSA BIBLIOTECA DE LA HISTORIA
Cuando Roma conquistó Grecia se preocupó por requisar las bibliotecas que encontró a su paso, por ello las bibliotecas romanas contaron con dos secciones, la de manuscritos griegos y latinos. El préstamo de libros apareció en Roma. La biblioteca Ulpiana, próxima al Foro Trajano, fue una de las más importantes. En Pompeya se hallaron 1800 rollos carbonizados de la biblioteca local. Tras el Edicto de Constantino (313) aparecieron bibliotecas específicamente católicas reunidas por los "Padres de la Iglesia". En ese período algunos católicos extremistas liquidaron a sangre y fuego los restos del paganismo y esto tuvo consecuencias para la biblioteca más famosa de la antigüedad.
Dos hechos marcaron en el siglo IV el fin del paganismo egipcio: el asesinato de la filósofa y matemática Hipatia, muerta a manos de monjes dirigidos por San Cirilo y la destrucción del templo de Serapis y de la Biblioteca de Alejandría por fanáticos cristianos, en el año 390; tres siglos después la destrucción fue consumada por Adb al-Latif siguiendo órdenes de Omar, descendiente directo de Mahoma que odiaba literalmente los libros; "el Libro de Dios nos basta" y "no hacen falta libros que no sean el Libro", repetía habitualmente, aludiendo al Corán. Se oponía incluso a que los propios musulmanes escribieran libros, aun inspirados en Mahoma.
La Biblioteca de Alejandría fue fundada por Tolomeo I o Tolomeo II en el 331 a. de JC. En la ciudad levantada por Alejandro Magno. Su primer bibliotecario fue Demetrio de Falera. Cuando Julio César conquistó la ciudad un incendio causó la pérdida de entre 40 y 70.000 volúmenes; las fuentes históricas no se han puesto de acuerdo sobre las causas del siniestro, pero es posible que se tratara de un accidente; es incluso probable que el incendio afectara solo a volúmenes que César había elegido para trasladarlos a Roma.
El 295 fue Diocleciano quien sitió Alejandría sacudida por una violenta rebelión que afectó a Egipto. Al entrar en la ciudad, Diocleciano calló del caballo lo cual interpretó en el sentido que los dioses le ordenaban no destruir la ciudad. Se limitó a purgar la Biblioteca de algunos libros en los que se explicaba la técnica de fabricación del oro. Se perdieron obras de alquimia atribuidas a Salomón, Pitágoras y Hermes. Al producirse el incendio final ordenado por Omar no quedó rastro de la Biblioteca más famosa de la historia que llegó a albergar casi un millón de volúmenes recopilados pacientemente durante sus 1000 años de existencia. Cuando los europeos volvieron nuevamente a Egipto a finales del siglo XVII, Alejandría era solo un pequeño villorrio poblado por bandidos.
BIZANCIO Y EL ISLAM: DE ORIENTE VINO LA LUZ
El libro era excepcionalmente apreciado en Bizancio donde gran número de personas sabían leer y escribir. Focio, patriarca de Constantinopla escribió en el siglo IX la primera historia de la literatura, llamada "Bibliotheca". Cien años después, Aretas, jerarca de Cesárea era dueño de una gigantesca biblioteca privada con el atractivo de albergar gran número de obras paganas. El Colegio Imperial, albergue de la gran biblioteca de Constantinopla, resultó incendiada por León el Isaurico en el curso de las guerras civiles provocadas por los iconoclastas; ardieron 36.000 volúmenes. En 1204, cuando la ciudad había reconstruido su fondo bibliográfico cuando fue nuevamente saqueada por los cruzados de camino hacia Tierra Santa. Una vez más, Bizancio reunió una gigantesca biblioteca que causó la admiración del español Pedro Tafur que pudo visitarla en 1437 pocos años antes de que los turcos dieran el carpetazo final a la cultura bizantina.
La renovación cultural que vivió Europa a partir del siglo XII no se produjo, sin embargo, gracias al vínculo con Bizancio, sino al redescubrimiento de la cultura clásica, operado por los musulmanes y llegada al viejo continente a través de España. El primer libro escrito en árabe fue el Corán. En el curso de la "hégira" se produjeron diversos altibajos culturales, si bien, desde el principio hubo fundamentalistas que no admitían más libro que el Corán, a partir de la dinastía abásida (750-1258) se aceleró el tránsito cultural de Oriente a Occidente. Los abásidas fundaron hospitales y mezquitas, dotadas cada una de su pequeña biblioteca.
LA ERA DE LOS COPISTAS
En Europa Occidental las bibliotecas fueron inicialmente monacales. Los abades nombraban a los bibliotecarios: "Se guardián de los libros y jefe de los copistas" decía la fórmula de nombramiento. A primera hora de la mañana el bibliotecario entregaba un libro a los monjes que lo requerían, y que estos debían devolver por la noche. Entre los monjes orientales se hizo de la caligrafía una arte de meditación; los errores de trascripción se castigaban con régimen a pan y agua en los casos leves y la expulsión del monasterio en los graves. La famosa comunidad del Monte Athos albergó 12.000 volúmenes de teología.
Los monjes de San Columbano, llegados de Irlanda y Bretaña, consideraban imprescindible la existencia de escritorio en sus monasterios, fueron ellos los que difundieron el arte de la caligrafía en toda la Europa monástica. Para los cartujos que habían hecho voto de silencio, el único medio de predicación era la palabra escrita.
Hubo entre ellos grandes copistas e iluminadores, como también entre los agustinos. A partir del siglo XII, empezaron a formarse bibliotecas a la sombra de las catedrales. Alcanzaron gran fama los fondos de la catedral de Verona, utilizados por Petrarca, y los de la Catedral de York en donde se formó Alcuino docto consejero de Carlomagno.
Luego, hacia el 1200, aparecieron los "studium generali", que por la cantidad de materias tratadas terminaron llamándose "universidades". Su enseñanza era fundamentalmente práctica e influyó en el tipo de libros requeridos: ya no hacían falta iluminaciones lujosas y costosísimas, sino libros austeros de divulgación del saber. Era frecuente en aquella época que los libros en universidades y catedrales estuvieran atados por una cadena para impedir la sustracción.
LA PASION POR LOS LIBROS EN LA ITALIA RENACENTISTA
Los Médicis, amos y señores de la Florencia renacentista fueron grandes impulsores de las bibliotecas. Cosme de Médicis, llamado "el Viejo", constituyó un gran patrimonio cultural que fue donado por su hijo al Convento de San Marcos, ardiendo años después. Las bibliotecas de la familia Visconti, de los Reyes de Nápoles, de las casas ducales de Urbino y Ferrara, unida a la constituida por la familia Sforza en el castillo de Pavía, no eran grandes en número (entre 500 y 1000 piezas por término medio), pero si en incunables y libros raros.
También en Italia recibió un fuerte impulso la Biblioteca Vaticana. Se tiene noticia de una primitiva biblioteca papal en el 640, situada en el Palacio de Letrán, pero sus libros se perdieron. Juan XXII, papa exiliado en Avignon durante el siglo XIV, reunió 2.400 volúmenes que fueron restituidos al Vaticano en el siglo XIX. La actual Biblioteca Vaticana es relativamente moderna; fundada por Nicolás V en el siglo XV, reunía fondos pertenecientes a la familia Médicis. Como anécdota cabe mencionar que el papa gastó los fondos obtenidos en el jubileo de 1450 en compra de libros escandalizando a la curia y a los sucesores. Sixto IV la abrió al público cuando su fondo ascendía a 3600 textos, constituyendo un modelo para las bibliotecas de su tiempo. El mismo Felipe II la tuvo muy en cuenta cuando decidió abrir la biblioteca escurialense. Saqueada en el 1527, fue reconstruida, pero poco después Paulo V la cerró al público y solo fue reabierta en 1890. A lo largo de su trayectoria se benefició de importantes donaciones privadas. En la actualidad cuenta con 700.000 obras impresas, 6.000 incunables y 60.000 manuscritos.
LA LARGA MARCHA A LAS BIBLIOTECAS NACIONALES
A partir de este momento se produce un incremento creciente de los fondos de las bibliotecas debido al crecimiento de la enseñanza y a la difusión de la imprenta. Lutero aconsejó que en cada comuna se abriera una biblioteca y éstas tardaron poco en llegar al Nuevo Mundo; los "padres peregrinos" del May Flower llevaron a Nueva Inglaterra la primera imprenta y el Arzobispo de Méjico, Juan de Zumárraga, la introdujo en las colonias españolas; unos y otros querían apoyar su tarea misional en la genial creación de Gutemberg.
Es también en ese período de consolidación de las monarquías nacionales cuando los reyes fundan bibliotecas que con el devenir del tiempo pasarán a ser las actuales bibliotecas nacionales. La Biblioteca Nacional francesa tendrá su origen en la Biblioteca Real creada por Francisco I e instalada en Fontainebleau. Con Luis XIV, alcanzaría la cifra -astronómica en la época- de 70.000 volúmenes. En el período de la revolución francesa la Asamblea Nacional incautó las bibliotecas del clero y de los nobles exiliados, incrementando exponencialmente su patrimonio. Sin embargo los libros, guardados en almacenes, fueron robados o destrozados por las malas condiciones de almacenamiento y jamás se clasificaron; el abate Gregoire estimó que se perdieron 8 millones de ejemplares; con todo la Biblioteca Nacional tuvo un incremento espectacular cuando la marejada revolucionaria pasó y fue posible abordar su ordenación.
El British Museum es, en la práctica, la biblioteca nacional inglesa; creada en el siglo XVIII a partir de la donación de 3500 manuscritos, 40.000 impresos y centenares de objetos curiosos, realizada por Sir Hans Sloan. A principios del siglo XIX el Parlamento habilitó un edificio para albergar los fondos bibliográficos que habían crecido desmesuradamente. Fue así como se construyó la famosa sala circular tapizada de volúmenes y con capacidad para 500 lectores. Allí se sentaron los más grandes pensadores del siglo XIX con Carlos Marx a la cabeza. El British Museum no admite obras de ficción, tiene un fondo excepcionalmente amplio de publicaciones en otras lenguas y suele comprar todo tipo de monografías, informes, conferencias, traducciones o incluso grabaciones musicales; se estima que está próxima a los 4.000.000 de volúmenes.
LAS BIBLIOTECAS EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL
Hacia finales del siglo XVIII aparecieron las "bibliotecas asociaciativas" en el mundo anglosajón. Las bibliotecas asociativas. La primera fue fundada por Benjamín Franklin en 1721, la Library Company of Philadelphia. Mientras, en Inglaterra se hizo habitual grupos de personas crearan cooperativas de libros, compraran un fondo, lo leyeran y posteriormente lo liquidasen; esta costumbre iba unida a la de reunirse para comentar las obras, una práctica que se había extendido por Francia donde los salones privados habían pasado a ser, a lo largo del siglo XVIII, los centros de difusión cultural, algunos de ellos dotados de fondos bibliográficos notables.
En EE.UU., aun antes de la independencia, aparecieron las bibliotecas parroquiales de la mano de la Iglesia Anglicana que luego fueron copiadas por otras confesiones. Era evidente que, por el carácter mismo de estos centros, su influencia resultaba limitada a los fieles, por ello apareció otro tipo de estructura que ha funcionado hasta mediados del siglo XX. Las bibliotecas de préstamo, "circulating library". La adquisición de un bono mensual daba derecho a retirar un cierto número de libros a precios económicos. Más tarde la invención del automóvil dio lugar, ya en pleno siglo XX, a las bibliotecas ambulantes.
Tras la guerra civil americana se extendió la creencia que el ser humano podía alcanzar la perfección a través de la cultura y la enseñanza. Era evidente que, en este contexto, las bibliotecas eran vehículos de primer orden para alcanzar tan loable finalidad. Esta visión, unida a la aparición de una nueva generación de "filántropos" (del griego "philos", amigo y "anthropos" hombre, amigo del hombre), generó un notable impulso a las bibliotecas dependientes de fundaciones o instituciones privadas. Andrew Carnagie fue, sin duda, el mayor impulsor de este proceso. Industrial del acero, donó el 90% de su fortuna, valorada 56 millones de dólares, para la constitución de 2509 bibliotecas. Luego le siguieron los Morgan y los Rockefeller que habían amasado patrimonios igualmente espectaculares en la banca y la industria.
No menos importante es la Biblioteca del Congreso, fundada en 1802, inicialmente para uso de los parlamentarios. Incendiada en 1814, el presidente Jefferson donó su fondo privado de 50.000 volúmenes, buena parte de los cuales se perdieron en un nuevo incendio. El nombramiento posterior de un periodista, bibliófilo impenitente -Ainswortg Rand Spofford- y la promulgación de una ley de depósito legal, facilitaron la actual acumulación de fondos con 20 millones de libros y 60 más de documentos de todo tipo. La Biblioteca Lenin de Moscú, fundada en 1925 y convertida en Biblioteca Nacional, fue, durante casi 70 años, su competidora y, poco a poco, se habían ido reduciendo las distancias, si bien con sus 30 millones de piezas quedaban lejos de la "kolosal" biblioteca americana.
LA BIBLIOTECA ELECTRONICA
Diversos factores están en trance de modificar la actual estructura de comercialización de la cultura y las bibliotecas. Los altos costes en la producción de libros, la elevación continua del precio del papel y de la tecnología de impresión gráfica, el abultado número de personas que entran en juego en la confección de un libro, dan poca esperanza a que en el futuro las bibliotecas tengan la misma estructura que en la actualidad.
Por otra parte se une un fenómeno sorprendente: la mayor parte de los libros editados en la actualidad son perecederos y probablemente no puedan prolongan su vida -esto es su posibilidad de ser leídos- más allá de 75 años. En efecto, la baja calidad de los papeles de impresión y en las tintas, hace que al cabo de pocos años sufran un deterioro imparable. Libros publicados en 1980 están hoy completamente amarillentos, mientras que otros que cuentan con más de 150 años, conservan aun una calidad aceptable. Esto se debe a la reducción de las cantidades de lino en la composición de las pastas y a la inclusión de elementos químicos fácilmente oxidables.
Afortunadamente las nuevas tecnologías corren en ayuda del libro. De un lado la aparición de nuevos soportes como el CD-ROM, el CD-i, el video-CD, etc. aseguran un progresivo abaratamiento de los "libros", presentados ahora en forma de discos pero con posibilidad de ser visualizados en monitores y, consiguientemente, impresos en los periféricos adecuados.
Por otro lado, en los próximos 5 años, las consultas a las bibliotecas se simplificarán extraordinariamente. Las grandes autopistas de la información permitirán que un ciudadano de cualquier lugar del mundo, pueda consultar los fondos bibliográficos de bibliotecas situadas no importa donde y seleccionar los títulos que le interesen, aun aquellos manuscritos o incunables, que por su antigüedad muy difícilmente eran accesibles al público y que a partir de ahora, "scaneados", podrán aparecer en la pantalla de su monitor, almacenados en soporte informático propio y ser impresos.
Ciertamente el libro dejará de ser ese objeto vivo y palpitante que conocemos hoy y probablemente nos costará adaptarnos a las nuevas realidades. Pero más vale que lo hagamos o de lo contrario quedaremos apeados del mundo de la cultura, un mundo que, hoy, necesariamente, pasa por las nuevas tecnologías. Y esos templos de la cultura, las bibliotecas, tienen que ser los primeros en adecuarse al mundo futuro.
LA BIBLIOTECA COMO PROTAGONISTA
Las bibliotecas han sido siempre fuente de inspiración literaria, ejerciendo un misterioso influjo sobre los narradores. Uno de los episodios más celebres de El Quijote es la purga que realizan el cura y el boticario en la biblioteca del Ingenioso Hidalgo, desde entonces la mejor literatura universal ha atendido al encanto de las bibliotecas.
Anthony Burges en La Naranja Mecánica sitúa al protagonista en una biblioteca pública de Londres donde busca la forma más placentera de suicidarse; reconocido por un lector a quien había agredido años antes es linchado sin que la bibliotecaria llame a la policía. La novela sería llevada al cine conociendo gran éxito. Igualmente fue llevado al cine el libro de Umberto Eco, El nombre de la rosa, cuya trama gira en torno a una siniestra biblioteca en donde monjes fanáticos custodian libros prohibidos y están dispuestos a matar para impedir su difusión. Eco realizó una mezcla de novela gótica, erudita y policíaca, siguiendo los pasos de Georges Simenon, en Maigret se equivoca, donde el famoso detective investiga el caso de una bibliotecaria municipal asesinada en su lugar de trabajo.
En ocasiones las bibliotecas aparecen como encarnación de un pasado que no volverá. H.G. Wells en La máquina del tiempo viaja a una época remota y visita las ruinas de una biblioteca cuyos volúmenes han sido calcinados. Luis Cernuda en Ocnos nos describe la biblioteca como cementerio del pensamiento, cuyos cadáveres son libros en otro tiempo vivos. Matías Pascal de Luigi Pirandello sitúa al joven protagonista como custodio de una pequeña y polvorienta biblioteca sin lectores; el joven aprovecha su soledad y los libros del lugar para consultar diversos tratados de filosofía que terminan por trastornar su cerebro. Por su parte, Tom Sharpe en ¡Qué familia!, describe la loca biblioteca de Cloune, universidad que formaba a las inteligencias más incompetentes del país y donde la insalubridad del recinto creaba el caldo de cultivo más adecuado para todo tipo de líquenes y bacterias.
También las bibliotecas han inspirado relatos legendarios o terroríficos. El novelista H.P. Lovecraft, menciona en sus Mitos de Ctulhu la imaginaria biblioteca de la Universidad de Miscatonee, donde se hallarían libros terroríficos como el "Necronomicron" escrito por el árabe loco Abdul Alzareh, cuya lectura vuelve loco. Gerard de Nerval en Las hijas del fuego, busca en esta novela un "libro raro" por las bibliotecas de París; aprovechará la trama para describir algunas leyendas y relatos de bibliotecarios fantasmas que aparecen entre las estanterías. Anatole France, por su parte, en La hostería de la reina Pedauque relata la búsqueda de un aspirante a alquimista y su maestro, antiguo bibliotecario, a través de distintas bibliotecas. La peripecia terminará mal y la biblioteca arderá como una tea.
La demencia parece inspirar a algunos autores como Virginia Woolf en La Habitación de Jacob el British Museum para describir el ambiente de una gran biblioteca y la locura del personaje que quiere leer todos los libros allí contenidos. Una variante del tema será el alcoholismo, tratado por el escritor japonés Yukio Tsushima en Territorio de Luz la bibliotecaria es una mujer con problemas y mantiene largos diálogos con su jefe, también alcohólico, en los pupitres.
Algunos relatos son autobiográficos. Jack London, en Martin Eden, rememora las visitas que en su juventud hizo a la biblioteca de Oakland y sus relaciones con la bibliotecaria que constituirá, el amor frustrado del protagonista y le inducirá finalmente al suicidio.
Varios han sido quienes, situando la trama en las bibliotecas han saldado cuentas pendientes con los bibliotecarios. Robert Graves en Yo Claudio nos muestra a Tito Livio buscando inútilmente un título en la biblioteca de la capital imperial; culpando al pobre bibliotecario por no poder hallarlo. Satori en París de Jack Kerouac describe la frustración del protagonista por el fracaso en la búsqueda de sus raíces genealógicas en distintas bibliotecas parisinas; como en el caso de Tito-Livio, el protagonista acusa a los bibliotecarios de negligencia.
Todas las épocas, todos los géneros literarios, las más famosas plumas de la literatura universal, han tenido en cuenta el silencio y la magia culta de las bibliotecas.
SILENCIO, SE RUEDA... EN LA BIBLIOTECA
Al igual que en la literatura, la biblioteca ha dejado su huella en la centenaria historia del cine. En ocasiones, se ha tratado de grandes obras literarias adaptadas luego a la imagen. Tal es el caso, entre las más famosas, de Doctor Zhivago de David Lean, sobre novela de Boris Pasternak: en la biblioteca de un pueblo perdido en los Urales nace el flechazo amoroso entre los dos protagonistas. Aun más dramático es Love Story, basado en la novela del mismo título de Eric Segal, los protagonistas se conocen en la biblioteca de la Universidad de Harvard; ella morirá víctima de leucemia. Particularmente dramático resulta Faherenheit 451, dirigida por François Truffaut, sobre novela de Ray Bradbury, cuya acción se sitúa en un mundo futuro en donde los libros son prohibidos; brigadas de bomberos recorren las ciudades quemando bibliotecas; para conservar la cultura cada miembro de la oposición, escondidos en el bosque, ha aprendido un libro de memoria. Otro film de anticipación es Roller Ball, dirigido por Norman Jewisson, cuya acción se sitúa en el 2018; todos los libros han desaparecido transcritos a un ordenador cuya memoria central es un cubo de cristal líquido que finalmente será destruido -y con él todo su bagaje cultural- por la bibliotecaria. En Zardoz, otro film de anticipación, el protagonista -Sean Connery- descubre una biblioteca olvidada en donde hallará el enigma: el gran dios "Zardoz" está inspirado en "El mago de Oz" (The Wizard of Oz).
El cine histórico ofrece albergue a las bibliotecas. En Cleopatra de Mankiewitz se alude al incendio de la biblioteca de Alejandría. César da la orden de incendiar la flota egipcia, pero el incendio alcanza a la ciudad y, con ella, a la biblioteca. Ambientado en la Italia de los años veinte, El Jardín de los Finzi-Contini, última película de Vittorio de Sica, muestra a un joven judío, trabajando en la biblioteca de Ferrera y teniendo que hacer frente al fascismo.
Tres géneros muy diferentes, pero bien definidos, espionaje, terror y comedia, sitúan el centro de la trama entre los libros. En El espía que llegó del frío de John Le Carré, llevado al cine por Martin Ritt, un espía, conquista el amor de una bibliotecaria, espía a su vez. El director especializado en filmes de terror Darío Argento, reconstruye para su film Inferno una "Biblioteca filosófica" cuyos siniestros lectores recomiendan a la protagonista la lectura de un libro de brujería del cual intentará apropiarse. Más distendido es Pussycat, primer film de Woody Allen; éste y Romy Schneider frecuentan la biblioteca de la Escuela Berlitz de París dando lugar a escenas equívocas y desternillantes.
Y es que la biblioteca es un elemento polivalente en él proceso de creación artístico...
ESPAÑA: PATRIMONIO BIBLIOGRAFICO ACEPTABLE
No resulta posible establecer cual fue la primera biblioteca española; se puede instruir algún noble romano colonizador de Iberia fuera amante de los libros y dispusiera de biblioteca propia, pero no existe ninguna constancia histórica.
Se tiene referencia de bibliotecas dependientes de los obispados en la España Visigoda. San Isidoro de Sevilla recomendó que los eclesiásticos, especialmente monjes, leyeran en diversos momentos de la jornada, incluido durante la comida. Los documentos guardados en aquellas bibliotecas eran solo religiosos: biblias y comentarios de los Patriarcas de la Iglesia.
Los musulmanes -especialmente en el período del Califato de Córdoba, hacia la segunda mitad del siglo X- crearon bibliotecas que figuraron entre las primeras de su tiempo y atrajeron la atención de los eruditos de oriente y occidente. La reunida por Al Hakaam II en Córdoba constaba de 400.000 documentos; el catálogo ocupaba 40 volúmenes de 50 folios cada uno. Era regentada por un eunuco y se encontraba en el Alcazar. Almanzor quemó los libros que no le parecieron ortodoxos y los berberiscos terminaron por dispersarla.
Las grandes bibliotecas de la España Cristiana fueron las universitarias de Valladolid (1260), Salamanca (1215) y Sevilla (1254), junto a las reales de Alfonso X y Sancho IV. La moderna historia de España se inició con el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, ambos con un nivel cultural alto. Isabel la Católica, hija de Juan II, recibió una esmerada educación y, sobre todo, pudo disponer de la notable biblioteca de su padre, amante de la lírica castellana y de los "decires rimados". Se trataba de una biblioteca que incluía "obras prohibidas" reunidas por Enrique de Villena, "maestro de encumbrado saber", alquimista y bibliotecario; el confesor de Juan II, a la muerte de éste, quemó los libros heréticos. Uno de los pajes de Isabel, Fernando Colón, astrólogo y matemático neo-pitagórico consiguió reunir a sus 20 años 300 obras, recogidas en sus viajes por toda Europa. La quema de 5.000 manuscritos y libros en Granada recuperada para la cristiandad constituyó el episodio negro de este período.
Más ortodoxa fue la biblioteca del Marqués de Santillana poseedor de la mejor colección de manuscritos del siglo XV, compuesta sobre todo por textos clásicos griegos y romanos. La gran biblioteca universitaria de Alcalá se trasladó a Madrid en el siglo XVI por iniciativa del cardenal Cisneros, otro notable bibliófilo que mandó imprimir la Biblia Políglota.
Cuando Felipe II aun no había elegido a Madrid como Capital del Imperio, Juan Pérez de Castro, en un memorial señaló la conveniencia de instalar una gran biblioteca real. Felipe II decidió que en "San Lorenzo el Real" se abriera una biblioteca importante, no tanto por el número de libros, como por la rareza de los mismos. El 23 de abril de 1563 se colocó la primera piedra y los libros fueron acomodados en las estanterías dos años después. La colección de textos alquímicos de Benito Arias Montano, notable "heterodoxo" y gran amigo del emperador, incrementó el patrimonio del Escorial. La biblioteca instalada en el emplazamiento definitivo tuvo como novedad la creación, por primera vez, de estanterías adosadas al muro, diseñadas por Juan de Herrera. Tras la invasión napoleónica y la incorporación de los fondos a la Biblioteca Real de José Bonaparte, todo volvió a la normalidad y hoy, custodiados por los padres Agustinos, se encuentran 4000 manuscritos latinos, hebreos, griegos y árabes, 600 incunables y 40.000 volúmenes.
La sustitución de la monarquía de los Austrias por la borbónica trajo como consecuencia la incorporación de los usos y costumbres francesas. Y esto afectó a las bibliotecas. La Real se convirtió en Nacional según decreto de 1716 y se instaló hasta 1809 en el corredor que unía el Alcázar Real con el convento de la Encarnación en la actual plaza de Oriente. Un cuerpo de reales guardias vigilaba las instalaciones. Poco a poco, fueron surgiendo bibliotecas especializadas en las distintas Academias e Institutos profesionales. Y ya en el siglo XX, florecieron las bibliotecas municipales y dependientes de las diputaciones provinciales; indudablemente, entre ellas, merece destacarse, por sus fondos y por la belleza de su emplazamiento, la Biblioteca de Catalunya situada en el antiguo Hospital de la ciudad, albergada bajo grandes arcadas góticas.



www.juntadeandalucia.es/averroes/ies_boabdil/files/hist-bibliot.pdf

2 comentarios:

ARMANDO ARBOLEDA dijo...

La historia de las Bibliotecas es el canto a larazón humana. Ellas más que un templo al saber son la cuna de los conocimientos que nos permiten seguir siendo seres humanos. Por ello, cuando en el horizonte suenan voces que proclaman su desaparición debemos detenernos a mirar lo que esto significa. Podemos creer que ya no exisrirán los libros como los conocemos o es que hay nuevas formas del texto que quizá no imaginabamos. Todo esto nos obliga a pensar en las bibliotecas hoy para que mañana no sea ella misma obejeto de museo y recuerdo de un pasado glorioso de la raza humana. Con lo planteado sólo me resta decir que el relato es simplemente magnifico y ojalá todos pudieramos leerlo eso nos llevaría devuelta a frecuentar esos lugares donde nos aguardan los textos y el saber.

bibliotecaria dijo...

Muchas gracias amigo por tu comentario. Muy cierto todo lo que dices. Aunque cambien los soportes de los libros, los libros en papel son los que hasta ahora tienen más tiempo de vida, hasta ahora se sabe que tienen una durabilidad de más de 500 años, cosa que no sucederá con los digitales si no se los somete a metodos de preservación y conservación y/o migración de tecnología. En ese entonces sí, los libros serán objetos de museo, con todo su contenido del saber humano.
Gracias por leer el artículo.