Un cartel pegado en la entrada anuncia que hay superofertas. Así, con el prefijo incluido. Adentro, libros amontonados, estantes vacíos, viejas ediciones mezcladas con títulos nuevos. Síntomas de una mudanza inminente. Libroria, la librería que está ubicada en la calle París de Las Mercedes, ya anunció su cierre físico: se dedicará solo a vender por Internet.
Ignacio Alvarado, el dueño del negocio independiente, decidió ponerle fin a una etapa. Fueron siete años de experiencia en el sector. La próxima semana debe entregar la planta baja del local; en diciembre, hará lo propio con el piso de arriba, que ya luce como una especie de depósito. Sí, la crisis también azota a las librerías.
El año pasado fue Lectura, que tenía seis décadas en el Centro Comercial Chacaíto; antes, Centro Plaza; ahora, Libroria. En el futuro, quizás algunas más. Alvarado cree que tener una librería no es económicamente rentable en estos tiempos. El alquiler del local, el sueldo del empleado, la importación, los gastos fijos. "Es una combinación de ver que el negocio no es tan bueno, que los costos son muy altos, y un poco de cansancio", explicó el ingeniero egresado de la Universidad Simón Bolívar.
Por los pasillos de Libroria desfilaron escritores como Manuel Caballero o Federico Vegas. También políticos como Henry Ramos Allup. Incluso, misses que eran visitantes habituales. "Aquí han estado múltiples personalidades. Se hicieron muchos bautizos, pero los ingresos no son suficientes para mantener un lugar así. Quedará la nostalgia", dijo Alvarado, que tiene un Máster en Economía y Administración.
El comerciante cree que las librerías independientes, ajenas a las grandes cadenas, deben luchar para sobrevivir. "La evidencia es que ya casi no queda ninguna fuera de los centros comerciales. La mayoría va a desaparecer. Se tendrán que dedicar a especializarse, a tratar de crear nichos particulares", indicó el librero, que a partir del año que viene venderá sólo a través de su sitio web.
Ahí, asegura Alvarado, está el futuro de los libros. Que lo digital ganará terreno. "Las ventas serán menores, pero las ganancias serán mayores. No habrá gastos. Tampoco competencia con las cadenas. Solo hay que hacerle un poco más de promoción", agregó el profesional, que cree que los centros comerciales son enemigos de las pequeñas librerías. "La vida fuera de ellos hoy como que no tiene sentido, pero también son costosos. Hay que vender masivamente para estar allí".
La dificultad para importar también atenta contra el sector. La exclusión de los libros de la lista de bienes prioritarios para conseguir divisas limita el proceso. Por eso las novedades son pocas. Los estantes cada vez más se parecen entre sí. "Aquí ya casi nadie importa. Treinta millones de venezolanos lee lo que decide unos 20 importadores. Se puede hacer en la teoría, pero en la práctica no. Todo el trámite es absurdo".
Alexis Romero coincide, en ese aspecto, con su colega. La importación es lo más engorroso del sector. "Si uno tuviese las facilidades para las divisas, el proceso sería mínimo. Se nos hace cuesta arriba y cansón, de cuatro o cinco meses. Resulta lento por toda la burocracia disfuncional que hay. Eso lleva a que la gente opte por el dólar que está en el mercado", dijo el librero de Templo Interno. Y esa medida, claro está, aumenta el precio de los libros.
Eso sí, Romero no es tan apocalíptico como Ignacio Alvarado. El encargado del negocio ubicado en Centro Plaza no cree que las librerías están condenadas a desaparecer. Ni ahora ni después. Ni siquiera ante la crisis económica ni frente a la llegada de la tecnología al sector editorial. Que lo digital debe ser un aliado, mas no un enemigo, asegura el también poeta.
"Las pequeñas librerías van a tener que hacer uso de las tecnologías como herramientas de comunicación, de marketing, como forma de acercarse a la comunidad. La tecnología llegó para facilitarnos a nosotros la prestación de un servicio a los lectores", dijo el autor de Demolición de los días , que sugiere que una librería se tiene que gerenciar con el criterio de una empresa de renombre.
Servirle al pueblo
La figura del librero juega un papel fundamental en las librerías independientes, a diferencia de las cadenas privadas, que tienen empleados. "Uno debe asumir una cultura de servicio, de atención casi personalizada. Eso significa que la mercancía de la librería no sólo es el libro, que pasa a través de una cultura de servicio que tiene que ver con asesoría al lector. Hay que saber qué le gusta leer al cliente, hacer que a cada persona la convirtamos de compradores a clientes", explicó Romero.
Walter Rodríguez es otro que tiene años de experiencia. Estuve al frente de Lectura hasta que cerró sus puertas en 2011. Ahora trabaja de forma alterna. Asiste a las ferias, realiza visitas, vende por su cuenta. Y así le va bien. "Estoy más tranquilo que antes. Ya no tengo que cumplir tantos horarios. Tengo mis clientes, pero ellos buscan novedades, libros nuevos. Por eso, de a poco busco, algunos", indicó el uruguayo, que tiene años radicado en el país.
El comerciante tuvo que cerrar las puertas de su negocio ante los pocos ingresos. Que ya la gente no compra libros como antes, que esos llamados ratones de librería casi no existen. "Antes, había profesores que agarraban sus quincenas y la gastaban en libros. Hoy eso no se puede hacer. Con la crisis, todos tienen sus problemas. El aumento de los libros ha influido, pero también el no aumento de los honorarios de los clientes", explicó Rodríguez, que tuvo un stand en el pasado Festival de la Lectura Chacao, que se realizó en mayo en la Plaza Francia de Altamira.
Ahí, en el evento literario, a muchos libreros les fue bien. A Rodríguez se le veía siempre con algún cliente conocido, que le preguntaba por su paradero. "Es que a las ferias va gente a hacer vida social. Es una pequeña fiesta de actividades culturales. El público se arrima ahí, hace sus compras, se encuentra con novedades y escritores", concluyó el dueño de Lectura. Queda claro: las librerías deben ofrecer algo más que ventas de libros para evitar que en un futuro todas cuelguen de la puerta el anuncio de cerrado.
dfermin@eluniversal.com
Ignacio Alvarado, el dueño del negocio independiente, decidió ponerle fin a una etapa. Fueron siete años de experiencia en el sector. La próxima semana debe entregar la planta baja del local; en diciembre, hará lo propio con el piso de arriba, que ya luce como una especie de depósito. Sí, la crisis también azota a las librerías.
El año pasado fue Lectura, que tenía seis décadas en el Centro Comercial Chacaíto; antes, Centro Plaza; ahora, Libroria. En el futuro, quizás algunas más. Alvarado cree que tener una librería no es económicamente rentable en estos tiempos. El alquiler del local, el sueldo del empleado, la importación, los gastos fijos. "Es una combinación de ver que el negocio no es tan bueno, que los costos son muy altos, y un poco de cansancio", explicó el ingeniero egresado de la Universidad Simón Bolívar.
Por los pasillos de Libroria desfilaron escritores como Manuel Caballero o Federico Vegas. También políticos como Henry Ramos Allup. Incluso, misses que eran visitantes habituales. "Aquí han estado múltiples personalidades. Se hicieron muchos bautizos, pero los ingresos no son suficientes para mantener un lugar así. Quedará la nostalgia", dijo Alvarado, que tiene un Máster en Economía y Administración.
El comerciante cree que las librerías independientes, ajenas a las grandes cadenas, deben luchar para sobrevivir. "La evidencia es que ya casi no queda ninguna fuera de los centros comerciales. La mayoría va a desaparecer. Se tendrán que dedicar a especializarse, a tratar de crear nichos particulares", indicó el librero, que a partir del año que viene venderá sólo a través de su sitio web.
Ahí, asegura Alvarado, está el futuro de los libros. Que lo digital ganará terreno. "Las ventas serán menores, pero las ganancias serán mayores. No habrá gastos. Tampoco competencia con las cadenas. Solo hay que hacerle un poco más de promoción", agregó el profesional, que cree que los centros comerciales son enemigos de las pequeñas librerías. "La vida fuera de ellos hoy como que no tiene sentido, pero también son costosos. Hay que vender masivamente para estar allí".
La dificultad para importar también atenta contra el sector. La exclusión de los libros de la lista de bienes prioritarios para conseguir divisas limita el proceso. Por eso las novedades son pocas. Los estantes cada vez más se parecen entre sí. "Aquí ya casi nadie importa. Treinta millones de venezolanos lee lo que decide unos 20 importadores. Se puede hacer en la teoría, pero en la práctica no. Todo el trámite es absurdo".
Alexis Romero coincide, en ese aspecto, con su colega. La importación es lo más engorroso del sector. "Si uno tuviese las facilidades para las divisas, el proceso sería mínimo. Se nos hace cuesta arriba y cansón, de cuatro o cinco meses. Resulta lento por toda la burocracia disfuncional que hay. Eso lleva a que la gente opte por el dólar que está en el mercado", dijo el librero de Templo Interno. Y esa medida, claro está, aumenta el precio de los libros.
Eso sí, Romero no es tan apocalíptico como Ignacio Alvarado. El encargado del negocio ubicado en Centro Plaza no cree que las librerías están condenadas a desaparecer. Ni ahora ni después. Ni siquiera ante la crisis económica ni frente a la llegada de la tecnología al sector editorial. Que lo digital debe ser un aliado, mas no un enemigo, asegura el también poeta.
"Las pequeñas librerías van a tener que hacer uso de las tecnologías como herramientas de comunicación, de marketing, como forma de acercarse a la comunidad. La tecnología llegó para facilitarnos a nosotros la prestación de un servicio a los lectores", dijo el autor de Demolición de los días , que sugiere que una librería se tiene que gerenciar con el criterio de una empresa de renombre.
Servirle al pueblo
La figura del librero juega un papel fundamental en las librerías independientes, a diferencia de las cadenas privadas, que tienen empleados. "Uno debe asumir una cultura de servicio, de atención casi personalizada. Eso significa que la mercancía de la librería no sólo es el libro, que pasa a través de una cultura de servicio que tiene que ver con asesoría al lector. Hay que saber qué le gusta leer al cliente, hacer que a cada persona la convirtamos de compradores a clientes", explicó Romero.
Walter Rodríguez es otro que tiene años de experiencia. Estuve al frente de Lectura hasta que cerró sus puertas en 2011. Ahora trabaja de forma alterna. Asiste a las ferias, realiza visitas, vende por su cuenta. Y así le va bien. "Estoy más tranquilo que antes. Ya no tengo que cumplir tantos horarios. Tengo mis clientes, pero ellos buscan novedades, libros nuevos. Por eso, de a poco busco, algunos", indicó el uruguayo, que tiene años radicado en el país.
El comerciante tuvo que cerrar las puertas de su negocio ante los pocos ingresos. Que ya la gente no compra libros como antes, que esos llamados ratones de librería casi no existen. "Antes, había profesores que agarraban sus quincenas y la gastaban en libros. Hoy eso no se puede hacer. Con la crisis, todos tienen sus problemas. El aumento de los libros ha influido, pero también el no aumento de los honorarios de los clientes", explicó Rodríguez, que tuvo un stand en el pasado Festival de la Lectura Chacao, que se realizó en mayo en la Plaza Francia de Altamira.
Ahí, en el evento literario, a muchos libreros les fue bien. A Rodríguez se le veía siempre con algún cliente conocido, que le preguntaba por su paradero. "Es que a las ferias va gente a hacer vida social. Es una pequeña fiesta de actividades culturales. El público se arrima ahí, hace sus compras, se encuentra con novedades y escritores", concluyó el dueño de Lectura. Queda claro: las librerías deben ofrecer algo más que ventas de libros para evitar que en un futuro todas cuelguen de la puerta el anuncio de cerrado.
dfermin@eluniversal.com
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