Hablamos mucho de las ventajas del libro electrónico sobre el de papel, no podemos evitarlo, nos encanta la tecnología y los avances, pudiendo parecer que estamos deseosos de la eliminación de los volúmenes tradicionales.
Nada más lejos de la realidad, si nos gustan los lectores de libros electrónicos es por la facilidad que ofrecen para leer libros, para devorar uno detrás de otro con mayor velocidad. Para mi, por ejemplo, eso es una gran ventaja. Leo a todas horas, en cuanto tengo ocasión, a veces por trabajo, a veces por diversión y a veces por una extraña mezcla de ambas que se llama «revisión de manuscrito», aunque ya no está escrito a mano en absoluto.
Un inciso. Soy incapaz de escribir a mano más de una o dos páginas, me resulta tedioso y complicado y tiendo a perder el hilo de lo que estoy haciendo. Mi mano ya se ha desacostumbrado a tomar cientos de páginas de apuntes y se resiente al rato de darle al bolígrafo. Por no hablar de mi facilidad para perderme haciendo dibujos en cualquier hueco en blanco que tengo a mi alcance. ¿Alguien sigue escribiendo a la vieja usanza, como Faulkner sobre el arado? ¿Luego pasa sus notas y las corrige de nuevo? Me temo que he sido asimilado por la tecnología…
Pero hablábamos del libro y el ebook y sus diferencias, más que de sus ventajas. Me llama la atención una cosa: uno de los principales motivos para preferir el libro físico al digital parece ser el olor. Yo, que siempre he sido de economía más bien corta, he construido la mayor parte de mi biblioteca a base de ferias de ocasión y librerías de lance, con lo que, aunque coincido que un buen libro recién comprado tiene un olorcillo característico, yo suelo asociar libro con olor a página húmeda con algo de óxido, y, con suerte, a absolutamente nada. Tengo también libros con olor a tabaco, a vino -permitidme la sensiblería-, a lágrimas… pero no es algo que me mate, la verdad. Yo asocio los libros a lugares, a los olores y sensaciones de allí donde los leí por primera vez; en un parque, en el sillón viejo de casa de mis padres, al lado de una chimenea, justo cuando aquella chica… ehem, creo que os hacéis una idea.
Desconozco qué puede pasar ahora con los e-books. Es cierto que al recorrer mi vista por la biblioteca no voy a ver los lomos de muchos de los últimos libros que ya he leído de manera electrónica. No estará allí un viaje a Barcelona o a Bruselas, o un fin de semana solo en casa, al menos no por separado. Sin ellos allí, ¿seguiré acordándome? ¿o me olvidaré de cómo y cuándo los leí? Ese es, para mi, el componente romántico, por llamarlo de alguna manera, el sentimental, si queréis, de los libros. Ni su olor, ni el sonido de las páginas o la emoción de secar flores entre sus páginas.
Por otro lado, nadie comenta la única ventaja del ebook cargado de DRM: Cuando vienen tus amigos a casa no se pueden llevar prestados tus libros. Y cuando digo prestados me refiero a ese secuestro, rapto y abducción mediante el cual desaparecen cada año un buen número de ejemplares de mi casa para no volverlos a ver jamás.
El año pasado, la página web compiladora de listas por excelencia, Listverse, publicó un artículo con los que concebía como los diez escritores más merecedores del Premio Nobel de Literatura que no habían llegado a conseguirlo. Seguramente, desde España, diríamos alguno más que se quedó en el tintero, pero éstos son los que ellos eligieron:
-Jorge Luis Borges. Borges se ha convertido en un auténtico referente cultural, y muchos de nosotros podemos preguntarnos exactamente por qué este icono literario no consiguió el anhelado galardón. La razón parece ser meramente política: al jurado no le gustó el apoyo que el escritor prestó al dictador chileno argentino Pinochet y a otros dirigentes de extrema derecha.
-Vladimir Nabokov. Muchos se cuestionan por qué el escritor de origen ruso, nacionalizado estadounidense, no obtuvo el galardón al estar nominado para ello en 1974 (al que también estuvo nominado Graham Greene), y las malas lenguas señalan que los que finalmente ganaron, de forma conjunta, Eyvind Johnson y Harry Martinson, lo hicieron gracias a que pertenecían al propio comité seleccionador del premio.
-W. H. Auden. Aunque para nosotros es menos conocido, Auden tuvo (y tiene) un inmenso peso en el mundo anglosajón, influyendo notablemente en el mundo poético. Sin embargo, una serie de errores que cometió al traducir una obra del ganador del Nobel de la Paz, Dag Hammarskjold, y su adherencia al rumor acerca de la homosexualidad de éste, le granjearon significativas antipatías que podrían haberle evitado ser galardonado.
-Robert Frost. Y ya que estamos en el tema de grandes poetas anglosajones, muchos se preguntan por qué uno de los más grandes no consiguió nunca el premio literario por excelencia. Frost obtuvo nada menos que cuatro Premios Pulitzer, pero esto no hizo inmutarse al comité sueco, que consiguió ignorarlo durante unos veinte años.
-Emile Zola. El grande del naturalismo, el excelente Zola, no fue premio Nobel. El porqué responde a una tonta confusión que le costó el trofeo a varios escritores más: una mala interpretación de la voluntad del difunto Alfred Nobel, quien estipuló que el Premio de Literatura fuera entregado a escritores con “la obra más notable de tendencia idealista”. El comité seleccionador, durante muchos años, interpretó esto de una forma política, manifestando que el autor galardonado debía cumplir con una serie de requisitos ideológicos ejemplares.
-Henrik Ibsen. Ibsen, el gran dramaturgo noruego, fue víctima también de esta confusión absurda. Los seleccionadores decidieron que no estaba “conduciendo al mundo literario en la dirección adecuada”, y fue sistemáticamente ignorado para el premio.
-Marcel Proust. El famoso autor de En busca del tiempo perdido fue también pasado por alto, aunque estuvo nominado en 1920. Se cree que perdió debido a que el ganador, Knut Hamsun, era de nacionalidad noruega, por lo que parece ser le era más simpático al comité sueco que el francés Proust.
-James Joyce. Nadie sabe muy bien por qué Joyce fue también olvidado. Considerado hoy en día uno de los mayores escritores de nuestro tiempo, nunca consiguió el ansiado premio.
-Leo Tolstoi. Nominado por muchos a mejor novelista de la historia, no pudo convencer al comité del Nobel, quien argumentó lo mismo que con Zola e Ibsen, marcando al célebre autor ruso como una víctima más de la controvertida y mal entendida última voluntad del creador del premio.
-Mark Twain. Es posible que aquí sea más que obvia la preferencia de los estadounidenses por su autor favorito. Si bien para los europeos Twain no es un escritor tremendamente relevante, para los lectores de Estados Unidos se trata de uno de los autores más influyentes de su historia. A éstos no parece hacerles mucha gracia que su escritor fetiche haya sido vencido repetidamente, en un total de diez ocasiones, quedándose sin premio.
¿Qué otros escritores, ya fallecidos, pensáis que merecían un Nobel pero nunca llegaron a recibirlo? ¿Conocéis otras posibles razones por las que los escritores mencionados no llegaran a tener el galardón en sus manos?
Manuel Erice escribía hace poco acerca del periodismo y cómo sobrevivir a la revolución de este oficio. Conforme leía el artículo, encontraba, como ya es habitual, más coincidencias entre este oficio y los bibliotecarios, por varias razones que intentaré argumentar al hilo de las palabras del propio Erice.
Citando a Vittorio Sabadin y su libro «El último ejemplar del New York Times», en el que describe la imagen de «hombres de mediana edad, impermeable y sombrero» que rebosaban los vagones del metro en hora punta con la cartera en la mano primero, y con el periódico en el bolsillo años más tarde, y cómo hoy se estarían convirtiendo en hombres -y mujeres- absortos en sus móviles o en cualquier otro dispositivo digital, en busca de las últimas noticias, en texto, en foto y ya también en vídeo.
Los cambios tecnológicos van tan deprisa que apenas se ha asentado un mito, surge otro que lo derrumba como un castillo de naipes y así, ahora vemos como el mismísimo uso tradicional de internet a través del pc se ve desbordado por otros soportes que no obligan al usuario a estar atado a la oficina o su casa para trabajar o estar informado.
Esta es la realidad que Erice describe, y es la misma realidad que una y otra vez leemos a través de los informes y noticias que nos llegan (porque nos llegan, ya no las buscamos).
Y sin embargo los líderes, los gestores de nuestras bibliotecas siguen sin darse cuenta cuando estamos exactamente ante la misma situación. ¿Cuantas bibliotecas se han puesto las pilas y ofrecen la versión móvil de su web?, ¿cuantas bibliotecas han superado la preeminencia de lo textual para ofrecer información multimedia? Parece mentira que llevemos ya tanto tiempo hablando de los cambios tecnológicos y de comportamiento de los usuarios y veamos tan pocas evidencias en las webs de las bibliotecas y en la oferta de sus productos y servicios. Acostumbrados a las normas, nos limitamos a respetarlas, pero no a innovar. ¿Cuantas bibliotecas han cambiado los tradicionales pcs que atan a la mesa al personal, por portátiles o dispositivos móviles? En algunos casos hasta se ve como una excentricidad!!!
Dice Erice que los periodistas tras obras como la de Francis Pisani («La alquimia de las multitudes»), entre otros, al menos han aprendido a pensar otra vez en el lector. ¿Qué nos falta a los bibliotecarios para volver a pensar en el lector? Ideas no nos faltan, baste el último post de Fernando Juárez en biblioblog "donde siempre, como nunca"
Hace falta que realmente nos lo creamos, porque estoy convencida de que lo que nos falta son ganas de llevarlo a cabo, por un insano conformismo profesional. Seguimos con Erice:
"Hemos empezado a salir de esa caverna en la que una maldita combinación de decadencia del modelo tradicional, conformismo profesional y creciente exigencia del consumidor, nos acabó encerrando en una suerte de traicionero letargo, como encarcelados en nuestro propio mito platónico".
"Como en la alegoría del autor de «La República», el drama de los periodistas (léase bibliotecarios) ha sido -sigue siendo aún- similar al de los prisioneros de la caverna, encadenados de tal guisa que son incapaces de girar la cabeza, y por eso no contemplan sino las sombras de los objetos que se proyectan en la pared de la cueva."
Esa es la clave de nuestro problema, nos encontramos ante la misma limitación a la hora de volver a nuestros orígenes, a la auténtica misión del bibliotecario. Es difícil, y costoso, pero tendremos que llegar a reconocer TODOS que el lector puede y debe ser un agente activo, no solo con sus comentarios sobre nuestros productos y servicios sino también participando como uno más en la propia elaboración de los contenidos. Al menos en los soportes digitales, no es suficiente ni podemos contentarnos con ofrecer información, por muy enriquecida que la presentemos (Opac social, productos como Syndetics, conexión con servicios de google, etc.).
"Estamos obligados a abrir nuestro buzón interactivo, a analizar todo aquello que los usuarios son capaces también de aportar. Debemos acudir a toda velocidad a espacios como las redes sociales, esas enormes plazas públicas donde millones de personas se comunican y comparten experiencias, opiniones, fotografías, vídeos... "
Que Internet aporta inmediatez, frescura, estilo directo, ya lo sabemos, pero... estamos convencidos de que es eso lo que queremos? ¿que no podemos seguir dando la espalda a estas evidencias que otros profesionales con los que últimamente se nos compara tanto, están siendo capaces de ver, asimilar y actuar en consecuencia?
Como dice también Erice, "los periodistas, (los bibliotecarios), no están muertos, aunque si están en vías de extinción... sólo si no hacemos nada. Están muy malheridos, pero tienen cura".
Solo que hay que reconocer:
•las bondades y las numerosas posibilidades que ofrecen los nuevos soportes, y por tanto su enorme capacidad para complementar el tradicional ejercicio de este maravilloso trabajo.
•Que las condiciones tecnológicas permiten contar de otra manera, introducir lenguajes audiovisuales, engendrar nuevos productos y servicios sobre los que nuestros usuarios podrán opinar al instante.
•Que espacios de concepción posmoderna como las redes sociales o los blogs pueden convertirse en espacios de comunicación y fuentes de información.
•Tenemos la capacidad de mejorar nuestro trabajo, de hacerlo más completo, de satisfacer al usuario antes, más y mejor. Y debemos aprovechar la oportunidad.
•Que nosotros, con estas nuevas herramientas podemos determinar cuántos usuarios atraemos. Y podemos medir con exactitud qué les interesa y cuánto les interesa.
"Sobre los periodistas (bibliotecarios) de carne y hueso recae una amenaza en forma de cierres, reducciones de plantilla y disminución de sueldos, como efecto devastador de una doble crisis que mina nuestro ánimo, desactiva nuestros esfuerzos y hace más inútiles nuestros sacrificios. Pero quizá ha llegado la hora de dejar a los editores (gestores) que resuelvan los problemas del negocio y de volver a centrarnos en una labor que nunca debimos abandonar".
Los bibliotecarios, las bibliotecas, tienen cura, también, si llegamos a creernos TODOS que hay que salir de las cavernas y actuar y ya!! Si el futuro está en nuestras manos, ¿a que estás esperando?
Seamos sinceros: no es común que público y crítica coincidan en sus gustos. Novelas que en los últimos veinte años se han convertido en auténticos superventas, convirtiéndose en fenómenos mediáticos, han sido vilipendiadas por la prensa especializada o, en el mejor de los casos, ignoradas sistemáticamente. Los pilares de la tierra, de Ken Follett, ha sido acusada de ser demasiado efectista (los consabidos cliffhangers constantes en cada final de capítulo no son del gusto de la crítica, aunque el público los adore en literatura, cine y televisión); El código Da Vinci, de Dan Brown, de no ser congruente y de tener una prosa simplista; la saga Harry Potter, de J. K. Rowling, de no ser original y de estar basada en otros libros que no acredita; la saga Crepúsculo, en fin, de ser una literatura juvenil de muy baja calidad. El público, no obstante, no atiende a estas razones, y todos estos libros y series de libros se convirtieron en su día en auténticos movimientos de masas. Algunos lo siguen siendo. Han sido adaptados al cine (la obra de Ken Follett es la excepción, por ahora), han hecho correr ríos de tinta en prensa especializada (o no), Internet, etc., y han pasado a formar parte del imaginario popular actual. Le guste o no a los críticos.
No es habitual, por tanto, que crítica y público coincidan. La novela El perfume, de Patrick Süskind, publicada en 1985, lo consiguió parcialmente, aunque no ha estado exenta de malas críticas. Críticas que, en cualquier caso, no fueron unánimes. Nada comparable, desde luego, al gran best-seller bien valorado por la crítica por excelencia de los últimos años, El nombre de la rosa, del italiano Umberto Eco. Esta novela, publicada en 1980, sigue, treinta años después de su publicación, estando de actualidad. Dudo mucho, por ejemplo, que los libros de la saga Crepúsculo vayan a perdurar tanto en el tiempo: Eco, que más que escritor es un teórico literario, escribió una obra que está más allá de modas pasajeras (en el caso mencionado, los populares vampiros), y construyó una novela casi redonda en la que, según el lector, se habla de una cosa… o de otra totalmente distinta.
Para el lector menos ducho, El nombre de la rosa es una novela detectivesca ambientada en la Edad Media. Esto es indudablemente cierto: la trama de la novela, en la que Guillermo de Baskerville y su inseparable Adso de Melk se introducen en una abadía italiana plagada de misterios, no tiene nada que envidiarle a algunas de las novelas más lúcidas de este género. Guillermo de Baskerville no es, evidentemente, más que un proto-detective, dado el contexto histórico, pero se reconocen en él muchos rasgos que luego encontraremos en los grandes referentes literarios de este tipo de literatura.
Pero El nombre de la rosa es mucho más, y al menos hay que mencionar otras dos lecturas diferentes alejadas del género detectivesco. En primer lugar, la novela es un pequeño tratado sobre la religiosidad de la época que hace especialmente hincapié en los movimientos heréticos que, aparecidos desde el mismísimo interior de la Iglesia Romana, se expandieron por gran parte de Occidente, convirtiéndose en todo un problema para el Papado debido a que su diferente concepción del cristianismo, seguramente más cercana a la de los primeros cristianos que a la del poder eclesiástico medieval, amenazaba con poner en jaque a la supremacía espiritual del Santo Padre en vastas extensiones de tierra por toda Europa.
Una tercera lectura se puede extraer de la novela: Umberto Eco, tras actuar como novelista en cuanto a la trama y como historiador y sociólogo en cuanto al contexto, no puede sino introducir elementos propios de la disciplina de la que es especialista, la semiótica, en el desarrollo de los acontecimientos. Desde el mismo título, muy significativo, Eco deja bien clara su intención de no elaborar una novela al uso, plana y sin sustancia, y durante cientos de páginas nos sumerge en un lenguaje polisémico, repleto de imágenes sensoriales e intelectuales. Asimismo, se adentra en los símbolos propios de la cultura de la época, heredera de la Antigüedad Clásica (aunque a alguno de los personajes de la novela esto no les resulte adecuado). Estamos ante una novela que es un tres en uno, lo que permite que sea releída una y otra vez hasta conseguir desvelar todos los misterios que contiene, lo que seguramente explique su inmensa e incansable popularidad.
La ecoedición es un concepto todavía poco conocido dentro del mundo editorial que parece ajeno a las políticas de “reparación ecológica” llevadas a cabo en otras industrias, actúen estas últimas bien por motivos de imagen, o bien por convencimiento. Para que un libro llegue a nuestras manos, primero han de darse una serie de pasos que engloban muchos aspectos diferentes, desde la elección del papel a la distribución. Así, por ejemplo, la industria papelera es una de las más contaminantes y depredadoras de las que podríamos denominar “industrias tradicionales” y las editoriales son que sus clientes de forma que la elección de una u otra debería atender a motivos de responsabilidad corporativa (concepto que deberíamos recuperar y exigir, más cuando hay tantos intereses en que desaparezca del mapa) y hacerse bajo principios de sostenibilidad.
El nueve de junio se celebró la tercera edición del Parlamento de la Ecoedición, reunión en la que diferentes organizaciones relacionadas con la edición o de carácter ecologista ponen en común sus propuestas e ideas sobre como mejorar desde este punto de vista todo el proceso de producción del libro, desde el diseño editorial, a la elección de la materia prima o la propia producción.
Uno de los elementos más reclamados es la necesaria información al consumidor y que esta sea fiable. Así, en la edición del año pasado se denunciaba el uso incorrecto de distintivos como “papel ecológico” o que se dispone de determinado certificado cuando no es así; las regulaciones al respecto son rigurosas y el uso de estos términos a la ligera no deja de ser un engaño del tipo de los productos bio, eco y similares. En la página del parlamento tenéis hasta catorce puntos de estas malas prácticas (el texto está en catalán pero es fácilmente entendible).
Uno de los instrumentos que se están empezando a utilizar es la “mochila ecológica” mediante la cual se informa en cada libro de la cantidad de energía o la cantidad de agua utilizadas en la fabricación del papel, la emisión de CO2 a la atmósfera emitida en el proceso de su producción y distribución, etc. Algunos datos que nos pueden hacer pensar sobre este proceso son los ofrecidos por un estudio alemán sobre libros infantiles presentado en la Feria del Libro de Frankfurt. De cincuenta y un libros analizados diecinueve contenían pulpa de maderas de bosques tropicales sin posibilidad de trazabilidad, la mayoría impresos en China, país que utiliza más del 50% de la pasta de papel producida en Indonesia, cuya selva es una de las más amenazadas del planeta.
Respecto a la pregunta de si los ebooks serán una solución o sólo un cambio de problema, tema recurrente, creo que es una pregunta falsa: la pregunta no es qué industria es más contaminante, si no si vamos a ser capaces de exigir toda la información y vamos a actuar consecuentemente. Somos los clientes finales y, por tanto, podemos y debemos exigir responsabilidad corporativa pero, sobre todo, debemos practicar nuestra responsabilidad individual.
Muchas cosas buenas pueden surgir del conflicto huelgario de la UPR. Entre ellas los intercambios en Twitter que se alimentan de lecturas, comentarios y reflexiones. Entre estas reflexiones surge la angustia del problema económico que enfrentaban, enfrentan y ahora con más razón enfrentarán los recursos de información en la UPR y cómo podríamos contribuir a solucionarlo.
Les presento Biblioteca Libre, un proyecto que surge a raíz de nuestras conversaciones entre compañeros en Twitter y la idea de mi amiga y hermana @myrnalee. De inmediato con entusiasmo comenzamos a contribuir todos los que conversamos en (#mafiavirtual), un hashtag jocoso que creamos para que todos pudiésemos seguir a cualquier hora los comentarios de todos.
Biblioteca Libre, es un wiki que trata de “proveer recursos de información de contenido abierto”. El propósito es que cada uno de los que deseen participar aporten desde su área de experiencia de manera que podamos abarcar la mayor cantidad de temas.
Es un proyecto que apenas comienza y que estará en un beta constante con transformaciones y cambios a medida que aumenten la cantidad de recursos. Por lo tanto, apreciamos comentarios y voluntarios que deseen participar. Le colocamos el logo que surge con el hashtag jocoso con el que nació como un tributo. Un colega a quién aprecio mucho me expresó preocupación con el logo porque piensa que le resta seriedad a un proyecto serio, y lo es, por lo que lo escuché preocupada. Es por esto que hago la salvedad.
Es posible que uno de los últimos residuos de las primeras tecnologías de la escritura mecánica, el tecleo, esté a punto de desaparecer. Según cuenta el New York Times, Cliff Kushler, que ya inventó el sistema de predicción de palabras que usan muchos móviles, ha concebido un sistema especializado para las pantallas táctiles que usan dispositivos como los teléfonos móviles. Se llama Swype.
Cuando ya no hay que actuar sobre una palanca para que baje una matriz de la letra sobre la cinta entintada, ni hay que bajar un dispositivo físico que lanza una señal al ordenador, ¿por qué seguir con el viejo sistema de golpear con los dedos, ahora sobre una superficie lisa y homogénea?
La nueva modalidad de escritura digital, Swype, se basa en el deslizamiento sobre la superficie del “teclado”. Éste, por otra parte, y a pesar de la innovación, seguirá siendo el viejo QWERTY, diseñado para evitar los problemas en las máquinas de escribir mecánicas…
Las soluciones que da Swype para escribir en mayúsculas, escoger entre varias palabras posibles, etc., son muy ingeniosas. La aplicación da soporte en varias lenguas.
La RAE incluye en el Diccionario el término «libro electrónico», con el acuerdo unánime de las Academias A propuesta del pleno de la Real Academia Española (RAE), y tras un breve período de consulta y debate en el seno de las otras 21 Academias de la Lengua Española, la RAE ha decidido incluir en su próxima versión del Diccionario el término «libro electrónico». El acuerdo ha sido tomado por unanimidad, con el apoyo favorable de las 22 Academias de la Lengua Española. La nueva incorporación figurará bajo la palabra «libro», como una más de las formas complejas asociadas a esta entrada en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). El término «libro electrónico» tendrá dos acepciones: 1. Dispositivo electrónico que permite almacenar, reproducir y leer libros. 2. Libro en formato adecuado para leerse en ese dispositivo. En la próxima actualización del DRAE en Internet, prevista para este verano, ya se incluirá esta novedad, que figurará también en la siguiente versión impresa del Diccionario, la vigésima tercera, que aparecerá en 2013. En el Diccionario panhispánico de dudas (2005), que no tiene carácter normativo como el DRAE, ya existe una referencia a este nuevo vocablo en la entrada correspondiente al adjetivo «electrónico».
Boston (Estados Unidos). Cuatro bibliotecas de Boston, que estaban expuestas a cerrar a fines de agosto, han recibido un alivio temporal y podrán permanecer abiertas por lo menos unos meses más, según anunció la administración del alcalde Thomas Menino de esta ciudad.
El informe dice que las autoridades decidieron agregarle una partida de 654 mil dólares a la asignación presupuestaria destinada al mantenimiento de las bibliotecas públicas, por lo que las cuatro que proyectaban cerrar podrán permanecer abiertas por nueve meses más. El propósito de prolongar el cierre de los establecimientos de lectura localizados en igual número de barrios de Boston es para que las autoridades se den tiempo para determinar qué hacer con las edificaciones donde funcionan las bibliotecas después del cierre de éstas.
“Hemos estado escuchando a la comunidad y entendemos la necesidad de posponer por más tiempo el cierre para la planificación”, dijo Amy E. Ryan, presidente de la Biblioteca Pública de Boston. “Esta extensión demuestra el compromiso de la ciudad para mantener estas instalaciones abiertas y accesibles a la comunidad. Creemos que con el aporte continuo de los ciudadanos se puede encontrar un nuevo uso para estos edificios”, señaló.
Las cuatro sucursales que serán cerradas son las de Faneuil en Oak Brighton Square; Lower Mills, en Dorchester; Orient Heights en el este de Boston, y Washington Village en el proyecto Old Colony del sur de Boston. El proceso de cierre en cada comunidad seguirá su propia línea de tiempo, lo que significa que cada una de ellas puede cerrar en diferentes momentos.
La medida anunciada por las autoridades ayudó muy poco a calmar a los más fuertes críticos de esa decisión, que ha sido motivada en el supuesto de cubrir un déficit profundo en el presupuesto que impide financiar las operaciones de esas sucursales de la red de bibliotecas de la ciudad. A todo esto, el Estado no ha ofrecido a la ciudad más dinero para detener los cortes, sino que ha reducido drásticamente los 8.9 millones de dólares de 2009 llevándolos a 2.4 millones de dólares para el año fiscal 2011 que comienza este 1º de julio. Sin embargo, el gobierno municipal ha incrementado el presupuesto de la biblioteca en un dos por ciento para el próximo año fiscal, a pesar de que a la mayoría de otros departamentos se le ha reducido o mantenido en el nivel de financiamiento anterior.
Santiago. El terremoto ocurrido en Chile el pasado 27 de febrero dejó al descubierto males archivísticos no visibles. Es una constante en América Latina que los archivos sean los “parientes pobres” de cada institución, ubicados casi siempre en lugares inhóspitos o inadecuados, por lo general en lúgubres subterráneos o conviviendo con depósitos abandonados. Los archivos ubicados en pisos superiores corren la misma suerte.
Por ejemplo, en Valparaíso, la ciudad con más actividad sísmica del país, un archivo con toneladas de peso estaba ubicado en el piso 16 de un edificio. El caso que grafica de mejor manera lo expuesto fue el de la Dirección de Tránsito y Obras del Municipio de la ciudad de Valparaíso, el cual contenía las 40 toneladas de papel en un cuarto piso y que se precipitó destruyendo al propio edificio con un daño muy superior al que causó el mismo terremoto. Paradójicamente la responsable dio a conocer durante años la situación sin ser escuchada, cuando el dinero que ameritaba su traslado a nivel del piso no era ni la décima parte de lo que hoy costará reconstruir un edificio nuevo.
Causó impacto también el colapso del edificio de los Juzgados Civiles, en pleno centro de Santiago, una estructura con no más de 12 años que albergaba a 30 juzgados repartidos por sus 17 pisos y cada uno con sus correspondientes archivos.
Existen casos donde, junto con las estructuras, colapsaron los valiosos archivos institucionales de distintas reparticiones afectadas; archivos históricos y patrimoniales de zonas rurales; numerosas parroquias de adobe en pleno campo con valiosas bibliotecas y archivos coloniales.
A cuatro meses de ocurridos los hechos, es tiempo de reflexionar en lo sucedido con los archivos y tomar acciones por parte de los archiveros a fin de presionar a las autoridades. La empresa Microdat Chile ha tomado contacto con parlamentarios de distintas denominaciones políticas alertándolos sobre la situación.
Así, la diputada Alejandra Sepúlveda, presidente de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de Chile se solidarizó con esta situación y solicitó que se la mantenga informada al respecto.
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